25 de febrero de 2014

Epístola a la narcopatria


Operativos y detenciones, corte de internet en vastas regiones del país, 
falta de diarios, de provisión de insumos, y mientras tanto las fuerzas armadas irrumpiendo en los hogares de gente común de protesta contra un fascismo alegre y eufórico. Y tras el secuestro de ciudadanos venezolanos, las torturas, el asesinato y la desaparición de personas y cuerpos. Todo esto santificado por nuestro gobierno y allegados famosos desde aquí. Esta historia ya la vimos.


Tal es el escenario de Venezuela hoy liderado por un hampón del narcotráfico de origen colombiano llamado Nicolás Maduro, amanecido presidente de Venezuela apadrinado por la venia de otro gran jefe narco y por un ardid con un millón de votos que en verdad eran de Capriles. Recordemos que siendo Ministro de Relaciones Exteriores mostró su poder de gestión cuando operó una venta de cocaína por cien millones de dólares de las FARC, fondos destinados a promover la elección del candidato a Presidente del Frente Farabundo Martí en el Salvador. Y es probable que no estuviera sólo en la operación, sino junto al apasionado Hugo Chávez. El sueño de Pablo Escobar hecho realidad: Una narcopatria unida, grande y soberana. 

Negocios son negocios, dicen tanto malandras como empresarios, de allí el favoritismo y la encarnizada defensa de Chávez, siendo Presidente de Venezuela, con las FARC cuando los operativos del ejército colombiano cruzaron las fronteras para tomarlos por asalto en tierras de Ecuador y durante el tiroteo mueren guerrilleros, lo que casi origina un conflicto armado entre Venezuela y Colombia. Sí, Venezuela, que ni siquiera era parte del binomio, ¿o si? Veamos, un gobierno no implicado en forma directa que reacciona desproporcionado por la muerte sorpresiva de narcos ocultos en la selva centroamericana de otro país.

Es que en América latina, narcotráfico, gobierno y empresas son lo mismo, tienen el mismo carril. Pagan los pibes, los adolescentes, los pueblos que comulgan con la fantasía de apostar a un futuro que no existe por ese camino. Maduro es el flamante Noriega aplaudido por un sector panameño mientras las tropas aprestan ejércitos en la invasión, de manera que delito y civilidad pasan a quedar contaminados en un mismo foro de defensa común, una misma trinchera. Ese fue el juego de Noriega frente a la CIA, y recordemos del general narco que cuando le falló el plan, abrió las cárceles y armó a los reos como última línea defensiva.

Durante la década menemista en Argentina fue inaugurado un corredor libre para el tráfico de armas por América latina, y con las reformas comerciales introducidas de los '90 se le brindó acceso a nuestro país a los carteles de drogas mexicanas bajo el formato de laboratorios y cadenas de farmacias como la del "Dr. Ahorro". Ahora, con el acercamiento a Venezuela, los carteles colombianos tienen puerto libre para acceder aquí y desde Argentina introducir embarques completos en Europa. De allí la enormidad de procedimientos detectados, por ejemplo, en los aeropuertos españoles. Todo eso garantizado por los gobiernos con una base legal pero que sólo nos sirve a nosotros.

Pero Maduro no está solo, nuestros pícaros gobernantes, nuestros políticos, lo acompañan con las vías de consumo. El acné de ellos deviene en un quiste para nosotros, porque nuestros jóvenes argentinos kirchneristas se tragaron el cuento de que lo que está en juego es la democracia, la paz, la libertad, todavía eufemismos de un sueño que es pesadilla regional, cuando el concepto de "democracia" es una cáscara del feudalismo de ultraderecha pintado de socialismo, la "paz" consiste en la impotencia para cambiar el rumbo, y la "libertad" se parece a un cómodo Estado de Sitio del delito, la marginalidad y el narcotráfico. Asesinar a un jefe narco ahora es desestabilizante de una burla llamada democracia

Hasta tenemos derecho de pensar que el "aporte" de millones a la campaña de nuestra actual Presidente tuvo su origen en el tráfico de drogas centroamericanas, de manera que también somos responsables necesarios de cada muerte en aquella patria lejana. Nada es gratis y el pago en estas épocas suele ser con sangre, que es la divisa común entre países de morondanga. Total, el problema es tan amplio que las responsabilidades directas se diluyen, se mimetizan con el desempleo, la pobreza, la segregación. Y cuando se derrama sangre, lo fácil es echarle la culpa al imperio de EEUU para ocultar operaciones sucias propias, país de la Tierra por el que no siento afecto alguno, pero menos aún por la narcopatria latina. 

Recuerda cuando ex Ministro de Economía Domingo Cavallo cargaba la totalidad de las culpas de nuestros males durante casi una década al FMI. Luego descubrimos que eran 15 mil millones, menos del 10 por ciento de la deuda total, lo debido y refinanciado hasta el asco con el Fondo Monetario. En el origen fueron quizá 5 mil y el resto fueron intereses, acuerdos de pago, incumplimientos y refinanciamientos. El culpable de los males supremos siempre estaba fuera de nuestras fronteras, por ellos estamos mal, nunca adentro. Hasta que en la última década nacional comenzó a estar dentro, oculto en el pueblo. 

El paradigma de Venezuela es que encuentra equilibrio, ligando el factor enemigo externo con el interno para reprimir a discreción en toda dirección posible o necesaria. No se trata de gente descontenta con su gobierno, no, ahora son operativos de la CIA. A fin de cuentas nos dice que el "enemigo" vulneró las fronteras, que infiltró su gente, que es pobre, estudia y habita en barrios bajos de la periferia. Ese es ahora el nuevo modelo de enemigo, metáfora de Orwell nunca conjurada, al fin aplicada en la versión latina. Y cuando un pueblo se alza en protesta, la actitud nuestra frente al televisor es "¡Tírenles un bomba y terminen con esos rebeldes hijos de puta!". Eso es una "democracia latina". Porque lo otro, la indagación de los males y las miserias, implicaría poner en tela de juicio a nuestros gobiernos y concluir que no son tan buenos como parecen... Y aceptar que nos equivocamos de nuevo.  

La negación y la ceguera social son necesarias para avanzar con gobiernos de mierda, de eso sabemos mucho en nuestro país. Las cartas están en la mesa y la trampa lista oculta en la manga. El truco es buscar consensos, es encontrar quién le ponga el pecho a las balas. Siempre hay sangre barata y joven para disponer libremente como prueba de lealtad de masas con verdaderos hijos de puta simpáticos y bufones. No es este el Paraíso, es Latinoamérica. El futuro continental bolivariano yace asesinado, San Martín no puede creerlo.

A Venezuela no le queda otra alternativa que erigir una nueva Cuba, pero no nacida del enfrentamiento de dos modelos opuestos y la guerra fría, sino crecida en la edad dorada del narcotráfico, con detenciones, torturas, asesinatos y de nuevo con desapariciones de personas para sustentar un fascismo alegre y apasionado. En cuanto a su líder, Maduro, si todo sale mal, terminará exiliado en Argentina o en Cuba. Mientras tanto, el pretexto es EEUU, es el periodismo, es la oposición, los estudiantes, la mitad de un país.

Se terminó el sueño latino. Es lo que sigue: Dinero, armas, drogas y lavado de dinero en grandes consorcios y empresas. Y los discursos. Hemos elegido libremente volver al ocaso de la mano de Maradona y giles presentes. Y el correlato de esta historia, no es la democracia ni el futuro ni los pueblos, sino la anuencia de los Estados americanos en las rutas nuevas del narcotráfico.


Barón Carlos Rigel


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