4 de agosto de 2012

La isla amada


Linaje de Rimbaud y vertiente del penitente Wilde, D. H. Lawrence, ese muchacho mimado –y odiado– de la literatura inglesa contemporánea, de visita por México escribió: «Hay algo en esta tierra que me ama», presuntuosa certeza de quien da vuelta la existencia para observar cómo funciona y descubre como resultado de ese proceso que se siente observado. No sólo ama, nos dice, sino que se siente amado.

Quizás, el descubrimiento más importante del mundo que llamamos moderno no es ni la Relatividad ni la expansión universal sino el «sujeto». Eje de la creación, el hombre vuelve a estar en la cima pero ahora anónimo, como un dios debilitado en su comarca, aunque luego descubre vivir en medio de millones de reinos similares. Ahora sobran Abraham y Platón, todos son Bin Laden o Che Guevara, sobran Caifás o Pilatos o Julio César, incluso Freud o Pitágoras. Y porque observamos la presencia de este fenómeno original pero reciente, el sujeto, es que exploramos la crisis en la que vive, la trinchera existencial de sus derrotas y de sus triunfos. El desmayo frente a la creciente urbanidad. 

David Herbert Lawrence, 1885-1930
A veces, el sujeto, anónimo y espectral, parece venir a quedar por encima y por delante de la persona. Esto debe ser entendido como un deseo de manifestarse pero sin saber a ciencia cierta qué se quiere expresar. Por ese motivo una manifestación popular adquiere formas impensadas: la multiplicación de sujetos anula la personalidad, la vuelve inconciente, así como en medio de una revolución alguien toca una campana y es probable que su inigualable sonido se pierda absorbido por los gritos, los destrozos y los disparos. Una molotov, en medio de una batalla, seguramente causa más interés que una campana. 

Bien. Hay algo en la escritura que me ama. Me prometí tantas veces abandonar sus misterios, me juré tantas veces no volver a escribir, me repetí tantas otras no tener ni las cualidades ni las soluciones para esta álgebra semántica, que hoy siento incluso que fracasé en ese juramento hipócrita nacido de un tormento diario, quizás, devenido de la falta de certezas o de estímulos adecuados. Pero peor aún es acostumbrarse y hasta sobreponerse a la ausencia de señales. Escribir para nadie.

Lo temible de redactar y reflexionar para un diario personal es la aberrante naturaleza del aislamiento que supone apartarse de la humanidad para observarla sin ruidos mundanos. La bella misantropía de Asterión. No se trata de la soledad circunstancial, sino del solitarismo, esa figura y neologismo creada durante mis escritos y que describe a un sujeto que se autoimpone el exilio diario para acallar, para tapar, al sujeto multiplicado, cortado y segregado, para que así se exprese como persona. Crear nuestra propia y personal isla para residir en ella. Fundar un reino vacío y mudo. Nadie aplaude, nadie ovaciona, nadie reclama, nadie levanta el pulgar ni el dedo medio. A veces me pregunto si continuar haciéndolo es constituyente de mi sagrada perversión. Hay algo monstruoso en el acto de apartarse por voluntad propia, inventar un universo paralelo, una tebaida estéril, y sentirse protegido en sus límites.


Nací para astronauta: Hay algo en mi isla que me ama aunque parece prescindir de mi enfado como herramienta de uso con destino cotidiano. Dios tirano de la nada, odio reconocer que escribo, aunque a menudo me divierte.




Copyright@2012 por Carlos Rigel

8 comentarios:

  1. Sera usted C.R lo que dice nuestro quridisimo Ernesto Sabato??
    ¨¿O será uno de esos seres solitarios y a la vez temerosos que sólo resisten la soledad con la ayuda de ese gran enemigo de los fantasmas, reales o imaginarios, que es la luz?

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  2. Caramba, querido anónimo, dichoso el atormentado por fantasmas
    aun cuando vienen de las tinieblas –que también son luz, como lúcidamente decís–, porque nacen en el corazón imaginario. Nada habita el Cielo que no haya transitado primero la Tierra. Como un Swedenborg profético –o Rimbaud de la Oscuridad– nos dominan, nos atormentan, nos hieren, pero también nos redimen. ¡Qué condena más liberadora!

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  3. ¿Alguién me llamó...?
    Sentí tocar a mi puerta, cuando de sujeto y objeto se habla. Cuando aparece ese fantasma, que se llama inconciente y me dice que puedo mil veces intentar estar solo, pero solo descubro que estoy y muy a mi pesar con miles, los cuales no conozco y a la vez me desconosco.

    Un relato poético muy a mi gusto, realmente muy interesante.
    Victor Hugo Ibáñez

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  4. 1ro No soy querido anónimo, hay mujeres que poseemos inteligencia pero a veces esta dormida y despierta de vez en cuando.

    Debería tener mi infierno por la cólera, mi infierno por el orgullo, - y el infierno de la caricia; un concierto de infiernos.

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  5. No confundas, estimado Víctor Hugo, la opción del hombre libre de apartarse, buscando, en un mundo ruidoso, el silencio o de los dioses o las bestias, con el solitarismo crónico de quien no sabe o no puede integrarse, con la soledad del náufrago. En cuanto a lo de "objeto"... nunca más pior que cuando don Freud nos cosifica a todos, violadores y nóbeles, ocultando en nosotros -el resto de la humanidad, digamos- sus verdaderas debilidades de sujeto frágil.

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  6. Y en cuanto a la "querida anónima", aclaro, sólo califico por género según el título de ANONIMO (que es masculino, por cierto) pues no dispongo otra información acerca del origen, por ejemplo, la de conocer el sexo genérico de quien comenta, digamos, más allá de toda duda razonable, que apenas una mínima demostración pública -o incluso privada- pueda alejar dudas acerca de la procedencia (y oscuras intenciones), y bastará para dejarme plenamente satisfecho; que se me ocurren dos o tres métodos fiables, pues, para conocer vuestra verificable y expuesta femineidad... CR (el cáustico)

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  7. cualquiera, mientras no sea la cama, el cafe o una salida indecorosa.

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  8. Anónima, ¿por qué no el café en la misteriosa Buenos Aires?... Una salida indecorosa, ¿cuáles son decorosas? (así voy aprendiendo).

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