27 de septiembre de 2010

Libros en San Justo y los fariseos de Hitler


La estética de la resistencia –recordando a Weiss–, no surge de la marginalidad, sino del rechazo, el hermetismo y del espíritu restrictivo en la admisión de todos. Desde este criterio la Fundación del Libro restringe la entrada en la conocida Feria del Libro al público común cuando le pone precio a la entrada pero también a un cosmos de autores emergentes para ligarse sólo con las grandes editoriales. Como un banco que le da dinero a quien ya lo tiene, opera al fin como una exposición limitada de editoriales y no de autores.

Es inevitable el contraste emergente entra las ferias regionales de libros y la famosa Feria del Libro de Buenos Aires. No hay restricciones al público, ni pisos de precio. El motivo es claro: No tener veinte pesos en el bolsillo para ingresar al predio no desalienta ni a seguir leyendo por un lado, ni a seguir escribiendo por el otro.
Los promedios históricos hablan de un diez por ciento de la humanidad dedicado al proceso de ilustrarse permanentemente. Es decir, el consumo de lecturas, las visitas a galerías de arte, el teatro, el cine, música, etcétera. En cuanto a los creativos que originan este material el promedio cae hasta un valor menor al uno por ciento de la humanidad, siendo generoso en el redondeo. En efecto, menos del uno por ciento es capaz de producir un material de valor o de interés intelectual de calidad aceptable para una sociedad determinada.

Ahora bien, ese uno por ciento mueve a una maquinaria fabulosa compuesta por las editoriales, las galerías y las empresas dedicadas a la difusión de los acontecimientos culturales y buena parte de los medios de comunicación masivos.

Unificar al público consumidor de arte o de pensamiento o de ilustración para venderle productos no es difícil. Lo difícil es ser equitativo en cuanto al producto que se ofrece, por eso hay preferencia acerca de los grandes aparatos publicitarios dedicados al comercio.

Allí empieza el problema.

Hablamos de la producción de libros en este caso. Se ha vuelto una alianza estratégica ligar a la Feria del Libro, a los grupos multimedios y a un elenco de editoriales prepotentes que establecen como un dogma qué se consume y quienes editan. La esfera está solidificada, imposible acceder a ella, funciona a las mil maravillas con los que están, y vuela entre los astros y las cifras escalofriantes.

Ellos nos dicen quienes son los figurones, cuánto valen y hasta por qué debemos consumirlos. El aparato esférico rinde, no hace falta ser sincero ni honesto y ni siquiera mecenas cultural, bueno, porque hace tiempo dejó de ser un acontecimiento cultural para erigirse en toldería de fariseos de lujo.

Este grupo hace como que convoca a un premio, el comité de evaluación hace como que selecciona el material, el jurado hace como que premia al ganador, el ganador hace como que lo recibe con sorpresa, la editorial hace como que premia la excelencia académica, el medio hace como que sale urgente a entrevistar al ganador, la Feria hace como que lo recibe orgullosamente como a un verdadero ganador, la editorial y el grupo lo envían de regalo al exterior como conferenciante de lujo. No hay apuesta, solo réditos; nada puede fallar. Y listo. El año que viene serán los mismos figurones que este año.

A esto se debe la mediocrización de la literatura que sufrimos, cuando un país que debería tener al menos diez autores de primer nivel, no tiene uno. Porque lo cierto es que nadie recuerda a los ganadores del último año del Planeta o del Clarín de Novela y ni siquiera el título ganador. El anonimato le sigue al premio porque apuestan al sobresalto del mercado y no al crecimiento gradual del autor. Por eso menguan los intelectuales en favor de los productores profesionales de libros en manos de ghostwriter contratados. Pero llevarlos a dar una conferencia es pasar vergüenza.

El público lo sabe o lo intuye, pero el aparato sigue rindiendo ganancias siderales. Se inspiran en la metáfora hitleriana: "cuanto más grande la mentira, más creíble". Ellos toman el dinero a ocho de cada diez que consumen. Que alguien inicie una demanda si acaso duda que la mentira es perfecta. Nielsen como autor probó y ganó. Pero el público, el consumidor, no duda –porque es el blanco de puntería–, ajeno al sistema perverso elige entre lo que hay. Ellos le dicen por dónde elegir.

Las pregunta es, entonces, ¿dónde quedan los autores que se autoeditan cuando son excluidos en la nómina de las grande editoriales?

Respuesta implícita de los grupos: «Si no están en nuestra nómina, no existen.»


Pero sí existen.

La Feria del Libro de San Justo es una de las evidencias. Baste recordar que esa trinchera guerrillera resiste dignamente en las orillas de la urbanidad al estrellato de los grandes grupos comerciales. Y de ellos destaco la permanencia de Fontana con sus 83 años, la sencilla grandeza de Cisterna, el inquebrantable valor de Gardes, la fuerza y el compromiso de Fernández y de Peñaloza, la alocada contemporaneidad de Pimentel, la inefable continuidad de Barragán, la abnegada filantropía de De Lucca, la impetuosa juventud de Malattia y de Orellana, entre tantos otros cuyos nombres dependen de mi defectuosa memoria.

Y aunque ni siquiera el intendente se acercó a felicitarnos por nuestra proeza diaria de estar, más de cuarenta autores –incluso sin edición impresa– están representados en la carpa de esa plaza pública bajo una marquesina que titula: "Autores matanceros". Claro que faltan novelistas y ensayistas pero su aparición no depende del medio sino del individuo. En reemplazo disponemos de incansables compiladores y recopiladores de información.

Y a las alianzas estratégicas de los grandes grupos comerciales hay que decirles que porque no cambiaron a tiempo la pregunta, la comunidad encontró finalmente las respuestas: Los emprendimientos regionales. Emergen ferias en los centros urbanos de todo el país. La Feria del Libro en La Matanza convocó a una multitud estimada en cincuenta mil personas. Ahora es tiempo de que la Fundación del Libro felicite a los organizadores de la Feria de San Justo. Y luego a la de Haedo y más tarde a la de Virrey del Pino porque tendrán buena respuesta tanto del público como de los autores de la estética de la resistencia y de las pequeñas editoriales, porque estamos hablando de libros, de autores y de público, ¿o no?


Copyright©2010 by Carlos Rigel

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