2 de abril de 2009

A la eterna improvisación del Gobierno


Están a tiempo de comenzar la organización del siguiente ceremonial que corresponde al fallecimiento de un ex presidente de la Nación con el rigor y el protocolo adecuado a las circunstancias. No es difícil, sólo se necesita un poquito de sentido común.
Me refiero al empleo de un carro tradicional de ruedas amplias provisto por el Regimiento de Granaderos –en reemplazo del ridículo jeep de combate que emplearon hoy (look carapintada) que a don Raúl se le hubiera estrujado el hígado de conocer su transporte final–, tirado por caballos blancos de correaje negro con el féretro en altura, digamos a dos metros del suelo –para que todos lo vean pasar sin desbordar el cerco policial para tocarlo–, y con la contención enérgica pero compasiva de los manifestantes y del público –ya que no es un mundial de fútbol sino un velorio–, formando un rectángulo policial de unos trescientos metros de largo que sólo contenga a familiares, cuerpo diplomático, autoridades extranjeras y nacionales y la correspondiente corte militar de honor.
Más allá de ser un vecino o un ciudadano o un amigo hay que rendirle honores de presidente. Y lo primero se subordina a lo segundo. Es el último sacrificio que se pide al pueblo para con la investidura presidencial ya que no se puede permitir, por ejemplo, al lado de un ex presidente extranjero o de un representante de cualquier patria cercana o lejana, a un fanático desencajado que quiera llevarse el féretro como recuerdo para decorar el living de su casa, o tallarle con sevillana en la madera –o con aerosol– su nombre y la fecha, así como tampoco esperaríamos a que ningún grupo de militares eufóricos liberen al aire ráfagas de metralleta con gritos de júbilo.
Se llama
ceremonial y tiene reglas de protocolo, pero también es parte de algo que se llama tradición –en oposición al clásico argentino de la anarquía y el desorden– y se emplean estos conceptos para moderar las pasiones tanto de los insensatos como de los pacíficos.
Y digo que están a tiempo porque siempre fallecerá algún ex presidente. A menudo la gente mayor cuando ingresan en la ancianidad suele hacer eso con frecuencia. No sólo es probable sino también posible.
Hagan algo más que exponernos todo lo que no les sale bien.

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