18 de noviembre de 2020

Un mundo perfecto



Una madrugada cualquiera vuelvo a disfrutar esa metáfora paralela y hermosa que contiene el film de Clint Eastwood “Un mundo perfecto” (1993) y no me extraña que a la crítica le haya pasado por encima sin el análisis poético que le corresponde, quizá, como la pieza más importante filmada por Eastwood. Los elogios a veces no alcanzan porque no son suficientes frente a la crítica intelectual que requiere y merece una obra bien construida.


El escape de un prisionero y la fuga por Dallas con un pibe de 8 años como rehén. Se trata de Philip –el actor novel por esos años T.J. Lowther–, en la ficción, el único varón con dos hermanitas quienes viven con su madre, y que componen una familia de Testigos de Jehová, por ende, no disfrutan de Halloween ni de la Navidad, no conocen la playa o un simple copo de azúcar. Con él emprenderá el escape teniéndolo como copiloto en la aventura, atravesando rutas por praderas en uno de los estados más verdes en el país del norte.


El running es el viaje hacia la frontera con destino al Canadá, una fuga con delitos, risas y sorpresas, y que descubrirá la amistad y el apego afectivo entre ambos. Todo transcurre en 1963 a horas de la visita final de Kennedy a Dallas donde la muerte lo buscará con miras telescópicas. He allí la metáfora que encierra.


La segunda lectura es amplia, pero lo suficientemente detallada como para no ignorarla. Perseguido y cercado, Robert 'Butch' recibe dos disparos que le provocan la muerte aproximadamente a la misma hora que asesinan al presidente de EE.UU. y un francotirador del gobierno, un personaje sombrío y pedante, acierta el segundo para cerrar el episodio de una semiótica oculta e inteligente de una película bella, tensa y simpática por momentos, y con un espacio enternecedor sobre el final.


El pibe, Philip 'Buzz' simboliza al pueblo norteamericano, una actuación brillante, y el prófugo, al mismo presidente Kennedy. Incluso me divierte la alianza del comienzo con otro prófugo tras la fuga de la cárcel, porque simboliza el acuerdo pre-electoral con la mafia italiana y el clan Sinatra, al cual luego de ganar las elecciones le da la espalda, uno de los motivos del ajuste de cuentas, pero no el único.


No recuerdo ni una sola crítica sólida que haya resuelto la bella metáfora que encierra el argumento, pero a fin de cuentas se resuelve con simple análisis literario. Incluso la pieza musical que se escucha cerca del final recuerda los orígenes irlandeses de la familia presidencial. Todo muy emotivo. 






Rigel


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