26 de mayo de 2016

La justicia, ¿patea o hace tiempo?



Si fuera un tiro libre demorado, el árbitro 
ya les habría sacado la tarjeta amarilla.


¿Quién dijo que el hijo de Milagro Sala es inocente? ¿Quién dijo que el esposo de Milagro Sala es inocente? ¿Quién dijo que Máximo Kirchner es inocente? No deben ser vistos como miembros de instituciones familiares clásicas, sino como bandas dedicadas al delito. Son pandillas de saquéo organizado, cómplices, como carteles de drogas o de secuestros o trata de personas. Tampoco los miembros de la cooperativa Tupac Amarú son inocentes. Véanlo al hijo de Milagro Sala responder que el auto que maneja se lo ganó haciendo changas. Nadie le pregunta cuáles son esas changas, quienes fueron los beneficiarios en el intercambio de servicios o de prestaciones.
U observemos a las hijas de Jaime disfrutar de la fortuna ganada por su padre a fuerza de sobreprecios, fraude y muertos; o al hijo de Lázaro Báez burlarse y celebrar habernos cagado millones en una estafa y robo público de los que no se arrepiente. O al abogado Chueco, e hijas, en la comedia psiquiátrica de un suicidio tan anunciado y burlón que termina siendo risible, porque deberíamos considerar que el chanta quería suicidarse llevándose 160 mil dólares para gastos menores. El mensaje no es de la Justicia a nosotros, sino de ellos, los hampones a nosotros, nos dicen: "Somos los iluminados. No sean giles, métanse, nadie se salva laburando. Nada les puede pasar, los jueces son una burla, los Tribunales son un desfile de modelos".
Se burlan de nosotros, somos los giles del esfuerzo diario, los del intento cotidiano por estar mejor yendo por derecha. Robar mil pesos es delito, lavar miles de millones ¡con pruebas en la mano! todavía no. Así, quienes debían empujar un carrito de por vida en la base social para ganar la consideración y el respeto de sus propias comunidades a fuerza de soles e inviernos, hoy son magnates, gente entrenada en la estafa, en la mentira y el apriete, con propiedades, autos, yates, pisos completos en edificios impagables, lujos que ningún trabajador o jubilado ha conseguido honradamente luego de decenas de años de trabajo y aportes. Para ellos es la burla. Es decir, para todos nosotros.
Así como existe la figura del abandono de persona, aquí es algo más grande, es abandono de pueblo, es la busca de la felicidad sobre la desgracia ajena, la siembra de la desazón, la proclama de la indolencia social. Eso les produce risa. Y para conocer cuánto se prolonga esa risa en el tiempo, apliquemos el burlómetro social: admiren a Oyarbide, disfrutando con baile hot la burla de habernos cagado, saberse impune y saberlo impune, intocable; o el chin-chin de güisqui de Martín Báez. Y la plebe mira por la ventana lo que proyecta una pantalla como si fuera de otra casa, como si fuera un show de Tinelli donde alguien gana un certamen y por fuera de cámara otro alza el cartel que dice "Aplaudan"... Aplaudan, giles.
La propuesta de "paz, de diálogo y de armonía social" del Papa se mide en el umbral de tolerancia de una sociedad permisiva que, o calla impotente –señales detectables por encuestas, como decir: detecto señales cerebrales mínimas–, o que estalla de fervor por una Copa Libertadores, pero que no sale con hacha a las calles para romperlo todo en una muestra de hastío y repugnancia terminal; con jueces que ríen, que juegan o que bailan en nuestras caras y delincuentes que festejan la fortuna de habernos robado límpiamente por el porcentaje para la corona. En Corea o Cuba o China la mitad hubieran sido fusilados y la otra mitad condenados a cadena perpetua, como el dueño y el arquitecto del shoping que se vino abajo por ahorrarse unos pesos y murieron 500. 
Pero no es ni Cuba, ni China, es Argentina, país del fenotipo muy popular: "el vivo criollo", el que al fin ascendió al poder y fue gobierno durante 12 años. El show de Tribunales debe continuar sin tarjeta amarilla. No patean el tiro libre: hasta el árbitro está haciendo tiempo.
b CR

Copyright®2016 por Carlos Rigel