28 de enero de 2016

Divina vacuidad



Mi obra en 2016

Podría quizá escribir sobre el amor, congraciarme con un público esencialmente femenino y mayoritario –no total– que cumple con el ritual televisivo de la tarde; o una poética hecha de retazos confusos cosidos con puntadas finas para semajar una profundidad o abstracción o esclavitud de sentimientos libres que quizá no tenga; o podría tal vez escribir sobre temas tan fracasados y volátiles como la autoayuda, penetrar las esferas luminosas de una cultura repelente que no ha dejado marca indeleble en nadie cuando afirma y confirma una exoneración inexplicable en medio de una guerra donde casi todos somos rehenes; o quizá descubrir conspiraciones religiosas de sectas ridículas y aisladas que atentan contra la gracia divina de un establishment feudal con eje en el Vaticano; incluso sobre los entretelones del show político con asesinatos y lujos del otro feudalismo persistente.
Pero no elegí eso. 





Opté por buscar, por explorar, los otros vacíos. Ficciones, ensayos, críticas, historias, veo la obra de los autores –aquí casi siempre autotitulados "escritores"–, y pienso en la corriente, la cinética social, casi nada para identificarme con ellos; pero también pienso en Becket cuando construye una obra solitaria sobre la nada tras recibir una puñalada injustificada una mala noche. Quizá no encuentre algo valioso y sólo verifique que el vacío sigue hueco. El ser vive fracturado, tratando de armarse, de juntar las partes para erigirse; pero siempre falta una. No hay ilusión, cada libro nacido de mí lleva el gen del fracaso. Lo demás es suerte.


b CR

Copyright®2016 por Carlos Rigel