
Algunas impresiones personales
de mi visita a la 41 Feria Internacional
del Libro de Buenos Ares
Entré como piña, evadiendo las colas para sacar entrada porque tenía invitación a la conferencia de una Embajada. Y así, perdido en una colmena de calles y el colmenar de gente del último Sábado, tardé en
encontrar la Sala José Hernández, prestigio ficticio a nuestro poeta
autor del Fierro cuando hace pocos meses tiraron abajo la casa de la avenida Luis
María Campos en esta ciudad donde escribió, precisamente, su libro más
recordado y por el cual hoy es homenajeado, fui de visita por algunos stands y
me crucé con ejemplares, colecciones y gente diversa, algunos conocidos, otros
olvidables.
Saludos y abrazos con gente de Patagonia Sur Libros, de
editorial Océano, de Editorial Terramar, y otras casas amigas, en fin, incluso
gente con quienes nos saludamos al reconocernos de la Feria Municipal del Libro
de San Justo pero de quienes no recuerdo sus nombres –mi memoria espantosa me
abandona seguido– y otros que al verme dieron vuelta la cara, simulando estar
muy ocupados. El análisis de la presencia de los autores de mi ciudad natal lo desarrollo en la nota anterior, por ende obvio aquí volver al mismo asunto.
El espectáculo en sí es vistoso y la campaña de publicidad si bien mengua en cada edición, la popularidad del evento es creciente. Como es sabido, me niego a pagar entrada en una feria
pública, por eso dependo de invitaciones oficiales de las Embajadas
amigas, como Paraguay, Panamá, Chile e incluso México, momento en que aprovecho para el paseo de reconocimiento del mercado editorial y sus novedades.
El precio de los libros, como es habitual, son un 50% más
caros que en las ofertas de librerías callejeras. Pero es un valor resultante del
costo oneroso de promediar en cada ejemplar los 50 mil pesos por stand más gastos de armado y
atención comercial durante tantas jornadas. La caída en las
ventas que provoca ese incremento brutal por pieza de novedad es compensado en
la estrategia de mercadeo con las ofertas de ediciones económicas del tipo
"1 x 30, 2 x 50 y 5 x 100 pesos" donde abunda una variedad que va
desde Tolstoi o Thoreau hasta autores desconocidos y noveles. Y así tuve la decepcionante oportunidad de visitar el stand de
Cuba.
Si bien, para quienes solitarios observamos las señales del
tiempo, el cultivo de las artes es revelador del estado emocional, de la salud
y de la crisis social que vive un país de la Tierra, también sabemos que esos
valores rara vez son aplicables a sus gobiernos; diría, incluso, que
representan la antítesis del Estado. Por eso algunos autores seguimos el
proceso artístico de patrias que cruzaron por grandes traumas sociales porque
de esas trincheras entre la opresión del ser y la libertad buscada, nace
también un arte exquisito y, además, la verificación opuesta según la cual, los
países con economías y sociedades estables tienden a desaparecer de las
corrientes vanguardistas del arte. Pierden la identidad. Pero la ausencia
absoluta de esos tres hachazos que listé anteriormente merecen una lectura
nueva.
Bien, pero ¿qué carajos le pasó a Cuba? y, ya que hablo de la
isla, ¡claro que Eduardo Heras León no era representativo de la literatura
caribeña más allá que de los hermanos Castro, eso ya lo sabía cuando nos visitó
hace años!, pero digamos que el fallecido Guillermo Cabrera Infante desde el exilio en Inglaterra compensaba la porquería escrita en la isla y promovida por el
régimen. Si todavía recuerdo la ponencia congresista de Heras León de visita en Buenos Aires con su
recomendación de crear una 'Biblioteca Latina' en La Habana con pabellones y
calles del tipo Archivo de Indias ¡cuando no tenían ni para el papel!; de valiente pasaba a ridículo. Pero lo desolador es que de Cuba hoy ni siquiera haya una muestra de
los autores pro-revolucioarios. No digo que favorezco o simpatizo con ese arte,
no olvido que los mejores autores de la Rusia universal pertenecen a la edad
zarina y no a la bolchevique; detesto las obras del tipo "La esposa del
combatiente republicano", o también "Madre y patricia lucha contra la
tiranía" porque son un panfleto pelotudo con instrucciones de uso. Pero
otra cosa es no tener nada para exponer, nada que favorecer, ningún símbolo de la creatividad caribeña que los identifique... habiendo tenido tanto.
Me habían anticipado la migración de autores importantes
de la isla castrista, buscando mejores destinos más al norte, pero no creí que eso justificara la ausencia de material narrativo, poético y periodístico histórico que disimule la falta. Sin embargo, si no quedó nada
entonces no hay nada, pero no entiendo para qué la Embajada cubana gasta 4000 dólares a pagar por
el hambreado pueblo cubano, más gastos de arquitectura y mobiliario, con títulos de porquería en exposición y venta dedicados a la cultura yoruba y africanista de los Orixás, los
exús y esas mierdas, porque fue lo único que tenían en las pobres estanterías, como si aquí en Argentina nos faltara esa influencia patética que nos iguala con la estructura social de
una tribu africana pre-cristiana y primitiva construida por un panteón de deidades suicidadas. Y aunque la imagen deja el espacio al sarcasmo y la burla, en esta oportunidad no lo haré. Pero sí les digo así: muchachos, métanse los Orixás en el culo y
promuevan la "literatura sin castigo".
CR
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