Juro por la santísima Dolma que los hechos aquí narrados son tan verdaderos como iracundos, pues a quien quiera comprobar las cicatrices del tan brutal episodio no me debe más que un santo y seña para acceder a ellas, pues mi respuesta al fuego de viva voz es ¡catástrofe!
Y puesto que soy el único y legítimo propietario de mi Alma inmaculada y ácida, pues dispongo de ella como un gran pepino de copetín. Amen.
Lahret Satrapás, el temerario
Tras el intento abominable y sorpresivo de Satanacchia de apropiarse de mi vida —o acaso de los despojos de mi muerte—, buscando privarlo de tal placer, pues me aboqué con interés al artificio de mi holocausto personal.
Así, en un ataque demencial de furia homicida, me tragué una bolsa entera de Carrefour. Sólo el juego de broches para la ropa que aún aguardaba en su interior impidió el tétrico resultado. Creo que volveré a intentarlo el año que viene con una de consorcio. Espero antes acordarme de vaciarla.
copyright@2012 por Carlos Rigel
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