
30 de diciembre de 2010
¡Y que sigan los éxitos!

26 de diciembre de 2010
Desangrarse en democracia

"El líder Qom, Féliz Díaz, de la Comunidad La Primavera (Formosa) se ha encadenado y viene realizando una huelga de hambre en 9 de Julio y Av. De Mayo de esta capital, a partir del 23 de diciembre junto con cinco integrantes de pueblos originarios de la Argentina; lo acompañan en esta medida extrema dos miembros Qom de La Primavera, un coya, un comechingón y un mapuche. Hace más de 15 días que vienen realizando un acampe en ese mismo lugar.
El objetivo de esta medida es lograr que la presidente de la Nación Cristina Kirchner los atienda para que le sean devueltas sus tierras, sean investigados los crímenes y la represión contra su comunidad y otras demandas como agua, salud y la restitución de sus DNI quemados por la policía provincial.
¿Por qué esta medida extrema que pone en riesgo la vida de estos originarios?
La huelga de hambre se inició el 23 de diciembre, al cumplirse un mes del asesinato del Qom Roberto López (CCC) en la brutal represión realizada por la policía formoseña que apaleara salvajemente a mujeres, niños y ancianos, quemando sus casas, destruyendo sus enseres y documentos. Ese mismo día fue atropellado y muerto por un policía, Mario López del MOCAFOR cuando se dirigía a La Primavera para solidarizarse con la Comunidad.
Esta Comunidad se encuentra a 65 km. de Clorinda, localidad de Formosa; comprende un área de excelentes tierras de más de 5.000 ha. habitadas por 4.600 personas pertenecientes a 850 familias.
Una vez le pregunté al escritor paraguayo Augusto Roa Basto qué pensaba de nuestras florecientes democracias latinas, y me respondió con otra pregunta: "¿Cuáles democracias, joven?" (N. de B.)
Los Qom venían cortando la ruta 86 hace más de cuatro meses en defensa de una parte de sus tierras (700 ha.) que pretende usurparle el gobierno provincial de Gildo Insfrán en alianza con los Celía, familia terrateniente de la provincia. Si bien ha pasado más de un mes de estos hechos, no hay ningún detenido ni se ha realizado la investigación correspondiente por los asesinatos, pero sí continúa la persecución contra el líder qom Féliz Díaz y las amenazas para los miembros de La Primavera. El Gobierno Nacional no sólo no ha dado una respuesta a estos hechos gravísimos sino que continúa con un silencio cómplice.
A partir del inicio de la huelga de hambre se presentó en el campamento instalado en la 9 de Julio, Claudio Morgado, presidente del INADE para que desistieran de la medida con la promesa de una reunión con el Ministro del Interior Florencio Randazzo. Féliz Díaz respondió que no tenía ninguna expectativa con respecto a esa reunión, ya que tuvieron otras anteriormente con miembros del gobierno, donde se habían comprometido a resolver en 48 hs. sus reclamos y no sucedió nada. De todos modos, la huelga de hambre sigue y estarán el lunes 27 a las 10 de la mañana para reunirse con el ministro y exigir un compromiso público y firmado para que sean devueltas sus tierras, entregados nuevos DNI tan necesarios para los cobros de pensiones, subsidios, ayuda social y también cubrir las necesidades de agua y salud para toda su comunidad.
Los Qom se preguntan por qué el gobierno que se proclama “gobierno de los derechos humanos” no considera los derechos humanos para los originarios. Como en la llamada “campaña del desierto” de Roca en 1879 y la “campaña verde” de Victorica en el Gran Chaco de 1884, sigue corriendo la sangre originaria en defensa de la tierra y su dignidad.
¿Por qué se les destruye sus documentos?
Será que se los quiere hacer desaparecer, como en el pasado; negar la identidad es determinar su inexistencia. En un momento como la Navidad cuando se pretende que en las familias argentinas reine la fraternidad y la armonía, quienes estaban en estas tierras miles de años antes que apareciera la civilización que trajo las fiestas cristianas, molestan y se ven obligados en esta tan importante festividad para gran parte de nuestro pueblo, a ingerir solo líquidos en una huelga de hambre que les puede costar la vida.
Ahí, en 9 de Julio y Av. de Mayo, está presente una parte de la historia nacional con su reclamo ancestral…
¿Los escuchará el gobierno? ¿Se sensibilizará el pueblo con sus reclamos?
Es una obligación para todos los argentinos ser solidario con estos hermanos.
23 de diciembre de 2010
El beso de la salvación

Durante siglos de imperio cristiano, "el beso de Judas" ha causado rara vez extrañeza cuando la constante ha sido casi siempre el repudio y el odio asquérrimo. Tanto la iglesia como la psicología erran sus procedimientos de análisis porque parten de la existencia de una traición. Debemos recordarles que dicha figura debe ser la conclusión final y no el génesis del razonamiento. Ni siquiera se han atrevido a considerar el concepto de la "entrega" que presupone un previo acuerdo de partes. Pero más allá de las cuestiones ontológicas se encuentra el acto intrínseco en sí mismo.
Brindo a mis poquísimos lectores un fragmento revisionista del caso escrito en 2005, a prontuario abierto, como se lo merecen.
"... Pero en la retrospección de los hechos, examinando el árbol desde las ramas hasta la raíz, aún nos resta una pregunta engañosamente simple: ¿Cómo el cordero solitario del pueblo judío llega a manos de Pilato, el gobernador romano?... A través del Beso de la Salvación: El beso de Judas, asunto que deviene en un rosario de actitudes y circunstancias que trataremos con brevedad a continuación.
De los investigadores, profesores de cátedras y teólogos respetados, tanto de universidades estadounidenses como europeas contemporáneas, incluyendo al marquetinero Rev. Dr. Tom Wrigth, ninguno de ellos ha logrado dilucidar el origen de "el beso de la entrega" en el huerto Gethsemaní, la Prensa de Olivas en hebreo antiguo. El interrogante llega al extremo en John Dominic Crosant, reconocido investigador y teólogo de la DePaul School de los Estados Unidos, cuando manifiesta que «no hay motivos que justifiquen tal beso». Por otra parte, se han delineado todo tipo de especulaciones y hasta explicaciones disparatadas acerca de las razones psicológicas de Judas —todas erradas— porque están inspiradas en la traición por sí misma.
La pregunta más común proviene del siguiente razonamiento: Si la detención fue operada por judíos ¿para qué marcarlo con un beso cuando cualquier escriba o anciano poblador de Jerusalem sabía quién era el Cristo? Durante los cinco días previos miles de habitantes lo habían visto en las plazas y en el templo de la ciudad. Cualquiera podía reconocerlo, como fue reconocido Pedro en la madrugada trágica antes del amanecer. Entonces ¿cuál fue el motivo que llevó a Judas a guiar a una compañía de soldados, guardias, secretarios y hasta un tribuno romano y, delante de todos ellos, señalar a Jesús de entre los discípulos?
Nadie ha podido comprender la necesidad de tal beso. Durante décadas actuó sobre la incógnita la aceptación dócil de su morboso sadismo, o bien la duda descartiana sin solución, pero nunca la certeza. Se hace difícil abstraerse del arquetipo de la morbosidad porque las explicaciones son siempre posteriores a la aceptación del modelo de Judas como traidor, por eso conducen al error en la figura de un acto innecesario, además de resultar invalidado desde cualquier otro criterio. Casi podríamos decir que el beso no fue necesario, porque un verdadero traidor no habría aparecido en el huerto en el momento de la captura. Hubiera observado de lejos por instinto de preservación, como el oficial nazi que deja la maleta con explosivos en el bunker de Hitler y sale. En el modelo de Judas deberíamos aceptar que dicho oficial se queda en el interior para ver cómo explota.
En un simple reconocimiento policial de sospechosos, en cualquier tribunal o comisaría de nuestros días, el testigo tendría más resguardos para identificar al culpable de los que Judas pareció tomar esa noche al entregar a su maestro.
La traición es un acto desleal de reparación o de protección, y es a cara descubierta, como el asesinato de Julio Cesar, y en el extremo opuesto, a cara cubierta, anónimo, como el atentado contra Hitler, pero también puede ser un acto de preservación ante el fin inminente, como parece indicar el modelo de Judas. Pero si era de protección de su vida ¿para qué aparecer en el huerto? ¿para qué besarlo? Por lo ilógico de la situación descrita por los apóstoles —quienes no eran precisamente intelectuales refinados, ni hombres cultos en sus observaciones— hasta a veces se ha descartado que hubiera existido, porque no hay motivos que lo justifiquen. Parece una iconografía de la traición para alumnos de escuela primaria.
Y sin embargo existió.
No abriguemos dudas de que fue necesario en la mente de Judas y acaso, por deducción, en la de Cristo. La noche quedó marcada para la eternidad con ese beso.
Analicemos el caso.
Judas negocia con los fariseos la presencia de Jesús en el interrogatorio. Hasta allí el plan de Cristo marcha sobre carril seguro. Pero algo altera los acontecimientos: Judas toma conocimiento recién esa última noche de la intervención de tropas romanas en la detención de Jesús. Más precisamente en los últimos instantes antes de partir rumbo al huerto. Caifás traiciona a Judas. Su gestión, la de Judas, debió tornarse desesperada a partir de ese momento.
Él lo sabía: Roma apresaría a todos. Para eso habían sido llamados. No se salvaría ni uno sólo de los once restantes. Quizás Jesús de Nazareth pudiera sortear el interrogatorio de los pontífices, pero cómo podrían sortearlo los discípulos, cómo podría defenderse Pedro y Mateo, y Bartolomé y Andrés y los otros. Los minutos atropellaban su conciencia. Judas pensó rápido en las alternativas —todas inevitables— y vio, como único camino, el capitalizar la tragedia y orientarla de manera definitiva sobre una sola figura. En esos instantes debió negociar con judíos y romanos una única captura: La de su maestro. En las mentes del gobernador y del tribuno romano y de los soldados y de los guardias del templo —incluso del propio Caifás— capturarían a todos, maestro, discípulos y seguidores, hasta el último; solo que Judas vendría con ellos para asegurarse de que no fuera así.
Y no libre de dudas guió a las turbas hasta el huerto. Y a la vista de todos ellos les señaló, entre los presentes esa noche, al único que debían apresar. Minutos y metros antes de llegar al huerto, Judas —con o sin las treinta monedas— pudo irse en la noche temprana con la conciencia turbia, como hubiera hecho cualquier traidor, para no volver jamás a Jerusalem. Pero no lo hizo, porque eligió quedarse y guiarlos y enfrentar cara a cara a su maestro, a su guía, a su hermano. Y besarlo. Y asegurarse que sólo apresaban al único que él había señalado.
El beso no era la burla grotesca del perverso, ni tampoco tenía por finalidad señalar la entrega a los judíos, porque no hacía falta. Era la marca necesaria y acordada con las tropas romanas —a quiénes no les importaba cuál fuera el Cristo, porque les daba igual apresar a todos— para que lo detuvieran sólo a él. Minutos antes de llegar al huerto, Judas debió improvisar el beso que señalaba a su maestro y que implícitamente salvaba de la detención a los discípulos restantes, sus hermanos. Como quien debe optar entre perder una mano o un pié, y ante lo inevitable, elige.
Ahora sí, antes de continuar el razonamiento, imaginemos por un instante el estado emocional de este hombre, el Iscariote, mientras camina rumbo a Gethsemaní a besar a su maestro.
La alternativa subyacente, es decir, la ausencia del beso, hubiera implicado la ausencia de Judas también... y la detención de los doce y de todos los seguidores que dormían esa noche en el huerto junto a ellos —tal vez unas veinte o treinta personas— y todos ellos hubieran corrido el mismo fin. Y ante esa alternativa, diría que ni siquiera era necesario que Judas los guiara; bastaba nada más con decirles adónde encontrarlos. Ahora sabemos que cualquiera de sus hermanos habría huido frente a la misma circunstancia. En cambio él eligió quedarse hasta el fin del camino.
El dogma cierra la tribulación, lo que revela un andamio exiguo y endeble frente a la realidad. La sola pregunta de si Judas cumplió los planes del Cielo o del Infierno desorienta al mejor católico sumiéndolo por primera vez en la reflexión del caso, porque sobreviene –subyacente– la conclusión de que el Diablo habría frustrado entonces los planes de Dios.
Y frente a la señal de la entrega, guardias y soldados se abalanzaron sobre Jesús, quien no ofreció resistencia alguna, porque sabía que sólo él debía ser detenido. Pero los discípulos despertaron y se vieron rodeados de armas y palos y antorchas. La situación estalló en caos. Coinciden las crónicas de los apóstoles en que Pedro
sacó un arma contra ellos e hirió a un secretario del sumo sacerdote. Tal vez esa noche no fue el único que los enfrentó. Y así, tanto la romana como la guardia, fueron contra todos por el mismo efecto que hoy vemos en la policía cuando pone orden en una tribuna de fútbol.
Recordemos que Marcos cuenta que apresaban a un muchachito quién improvisó una acción desesperada y escapó desnudo, dejando una sábana vacía en manos de los guardias. Por su parte, Juan cuenta en el capítulo 18: 8, que el mismo Jesús se impone sobre la violencia, diciendo: «Os he dicho que soy yo: pues si a mí me buscáis, dejad ir a estos». En efecto, estaban yendo contra todos, incluyendo, por supuesto, a los discípulos. Entonces ¿qué sentido tuvo el beso a Jesús si estaban apresando a todos?
Judas tenía un plan muy frágil resultado de negociaciones apresuradas. Pero los romanos y los guardias judíos llevaban otro plan en sus mentes. Y lo verificamos horas después en la madrugada trágica, cuando Pedro en tres circunstancias niega ser discípulo del Cristo, lo cual nos indica, por defecto, que aún flotaba en las autoridades la intensión inicial de apresarlos a todos esa misma noche. Pedro tuvo la oportunidad de negarlo porque Judas marcó para los romanos sólo a Jesús en el huerto.
En la alternativa, los apóstoles no hubieran existido porque al día siguiente las cruces sobre el Gólgota hubieran sido veinte o treinta, como era común contra cualquier grupo de rebeldes. Recordemos también que luego de la muerte de Jesús continúa la cacería de discípulos y seguidores a manos de mercenarios como Saulo de Tarso, Pablo, como refieren los Hechos bíblicos, crónica posterior a la crucifixión, lo que nos debe sugerir que desde esa noche la persecución fue contra todos.
En efecto, si los apóstoles narraron en los evangelios los momentos de la detención fue porque Judas entró con la turba esa noche a cerciorarse de lo pactado. Y porque Cristo intervino en el instante de mayor tensión. A fin de cuentas, ambos, Judas y Jesús, fueron quienes tuvieron la divina misión de salvar a sus hermanos.
Al día siguiente ambos estarían muertos.
Y cuando Benedicto XVI se refiere a Judas como «un ser inmundo», deberíamos recordarle que él es Papa gracias al beso de ese despreciable. Pero hay algo desolador en este paisaje final. Los dos murieron incomprendidos. Uno fue erigido al rango de dios, postergando el valor humano de su obra; el otro al de demonio en un beso nefasto mal interpretado por sus propios hermanos, además de padecer una muerte cuando menos dudosa. Por algo Cristo, antes de la entrega y abrumado por el futuro de Judas, tuvo palabras compasivas hacia él y no de condena.
Jesús de Nazareth fue detenido entre las nueve y las diez de la noche, y antes de veinticuatro horas estaría muerto. A diferencia del Bautista, observamos aquí la urgente necesidad de terminar el asunto limpio y rápido..."
El Libro de las Almas, 2005 (sin editar)
Copyright®2010 por Carlos Rigel
21 de diciembre de 2010
Salidera violenta para Papá Noel


15 de diciembre de 2010
Villa Soldati: ¿Bomba H o gas nervioso?
