
«... Pero ya adultos, con la mente abierta y el corazón hueco, la metáfora se ha revertido en nuestras manos. Nietsche también ha muerto, el tiempo ha colapsado: Ahora es Dios quien busca nuestro perdón. El Hombre debe ascender al cielo a transitar sus ruinas y rescatarlo de entre los escombros y revivirlo y darle la vista y decirle: Levántate y anda. Yo soy la luz de tu Vida. Pero la Tierra aún no escucha el llanto del reino; es el clamor de los ángeles en los gritos del Padre. Yace ahogado en la frustrada eternidad humana. Ahora es Adán quien debe derramar en el Cielo su propia sangre para salvar a Dios.
—Homo, ¿quo vadis?
—A morir en el Cielo, señor... A salvar el Cielo.»
Fragmento del capítulo La anomalía de Jerusalén
de El Libro de las Almas
Carlos Rigel © 2007
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