27 de septiembre de 2015

Yo... celebrando con el FPV




Cena y fiesta en la ciudad de Merlo 
con la militancia de la agrupación
"Menéndez 2015", y la caída de la bestia.


Si digo Merlo no digo FPV, asi como antes no pude decir menemista, ni frepasista, ni ahora kirchnerista, sino un tirano llamado Othacehe con esposa y hijos del mismo cuño podrido cuyo feudo incluye represión, apriete, golpizas, amenazas, acomodo y asesinatos, donde todo es podrido y la democracia ha sido menos una palabra que un ideal civil en ejercicio. Entonces la cosa cambia. Es que don Raúl desde su llegada al poder ha repelido de sus áreas a sus adversarios rompiendo rodillas, ahuyentando sabios, artistas y trabajadores, vigilando vecinos y haciéndoles saber que están vigilados. El espectro de tácticas disuasivas incluyen hasta el apriete emocional como cuando semanalmente paga servicios de brujeria, con matanza de animales –también algo más que animales– y esas bostas atemorizantes contra todo aquél que ose molestar su condado con protestas clínicas de una república que allí no flamea y de una democracia que es menos que un recuerdo anhelado en la memoria civil post-proceso. Es que tampoco temo a los servidores de la bestia, porque ya enfrenté otras veces al umbandismo barrial y no les temo, sino que los enfrento. Ante las amenazas de los brujos de poca monta, redoblo la apuesta: "Tirá con lo tengas... después me toca a mí". Y eso es aquí, en Brasil, en Uruguay, Nigeria o Cuba. A la puta que los parió con todos ellos.

Pero cómo no darle una manito a la militancia, si cuando vi las fotos de don Raúl Othacehe de visita en La Matanza con nuestro Fernando Espinoza, creí ver el encuentro de Satanás con Lucifer en el séptimo círculo del Infierno, recordando a Dante. Por suerte ya venía diseñando acciones y tácticas desde mi modesto lugar de vecino matancero de aquella isla de muerte, acomodo, estafa, crimen y robo, la misma donde la muchachada de La Cámpora también vio los beneficios de acuñarse algunas dependencias sin protesta ninguna contra el tirano a cambio de disponer del control de fondos comunales y provinciales. Como bien sabemos, La Cámpora tampoco es trigo limpio, existen para acomodar a su gente al estilo criollo con los amigos con "gauchadas" a los "allegados" de una causa que sólo sirve a ellos. Nadie confunda el reino corrupto de Cristina con los feudos todoterreno que hoy gritan su nombre desde los distritos o desde las provincias, porque son peores que ella, y porque antes gritaban otros nombres y, si algo nos sale mal y a ellos bien, planean luego gritar por otros.

Pero don Raúl era un bicho, definido así por sus atemorizados vecinos y dicho en la reserva, no sea que alguien, un miembro de su gente, escuche una categoría que le queda chica. Othacehe es una bestia menos que un bicho. No fueron menores los pedidos intelectuales y estratégicos de la militancia joven de mi aporte durante la campaña, de cuando Menéndez va al enfrentamiento en las internas contra don Raúl Othacehe en el mes de Agosto. Y el monstruo cayó herido.

Anoche, esa agrupación de muchachos me invitó a celebrar el cumpleaños de la militancia que trabajó con fervor hasta el agotamiento para el triunfo contra la bestia, como si cada uno tuviera tres brazos, volanteando, pegando afiches, operando en la ruralidad desprotegida que rodea a esa imponente ciudad que hoy es Merlo pero cercada de villas de emergencia y de postergación. Sé de lo arduo que ha sido para ellos llegar por derecha, sin fraude, sin fierrazos en las rodillas, sin amenazas, sin aprietes, sin brujerías ni temores o amenazas. Pero no soy militante. Por eso le desconfío a Scioli, porque le daba igual un salvaje hijo de puta que un honesto mientras sirva a los fines de ganar. Nadie equivoque la conclusión: no se trataba don Raúl de un adversario político, sino de un enemigo de la democracia.


Pero no soy un ángel sino creativo publicitario. Soy hegeliano hasta que soy machiavélico. No me verán con miedo cuando enfrento a la Bestia. Y aún cuando no soy Diderot o Robespierre en épocas trascendentes de la humanidad, tengo algunas en mi haber: es la hora de mi champan privado y solitario. Veo a estos pibes de mi ciudad, leyendo poemitas y cuentitos en las plazas, funcionales de los gobiernos turistas sin saber el empleo poderoso de cuando la pluma entinta en sangre, y no puedo menos que sonreír; ni saben las aplicaciones que tiene la palabra cuando sirve a fines altruistas y civiles; que sigan escribiendo poemitas y cuentitos. Lo mío no es pegar carteles pero tampoco leer poemas, sino en tiempos de abismos cívicos diseñar campañas, redactar artículos explosivos, preparar afiches cuya composición recuerda el terror de seguir mirando para otro lado y de no animarse a dar un paso atrás frente al abismo; prefiero pensarme en un servidor republicano de extremos. 

Y no fue una sorpresa tomar conocimiento de las llamadas de amenazas que recibieron durante la madrugada los dueños del Club Laureles Argentinos, donde la agrupación celebró su cumpleaños, táctica última, en el intento de frustrar el episodio. El temor a las represalias de las patotas de don Raúl operó hasta la repugnancia pero no la sobrevivió. Antes nadie en esa comuna quiso preguntar cómo un hombre sin secundario terminado de pronto fue doctor, y menos cómo llegó a rector de la universidad del oeste, porque fue parte de la misma porquería. Son los príncipes del tirano, los feudos son así. Pero se terminó. La comuna de Merlo vuelve a sujetar sus destinos. Perderán el camino de nuevo o tal vez no y asumirán la democracia perdida, pero ahora saben lo que cuesta un voto, y nadie sabe lo que hay por delante; esa es la parte buena. 

Compartí la mesa con un rabino, un profesor de piano, un militante y una profesora de Cábala, escarapela de un eclesticismo que advierte la diversidad de criterios, pero no identificaré al miembro de la agrupación que nos reunió en esa cena por los aprietes que aún puedan quedar por delante. Sí me asombró, debo confesarlo, ser reconocido entre los militantes, entre lectores, entre la purretada de gente joven que hoy me llena de ilusión, ser saludado, escuchar mi nombre: "¡Sr. Rigel... aquí!". No soy kirchnerista pero me presentaron a Menéndez, y aunque creo que él tampoco es kirchnerista, lo escuché; no sé si cumplirá todo lo que dice y afirma haber entendido, pero la comuna vuelve a ser la protagonista, quizá comprendieron el precio extremo de tolerar a un monstruo que cita a Dios y se escuda en él; y aún las amenazas, como último recuerdo de la infamia vivida durante casi 25 años, ayer fue fiesta: la Bestia cayó.


Lo que resta no es menor, deben decapitar a La Cámpora, correr los ejes, iniciar la persecución de los sobrantes y servidores del feudo que intentará regresar. Le deseo lo mejor al pueblo de Merlo. Nunca más posterguen la sagrada patada en el culo a tiempo que un corrupto y sucio se merece. Quizá nos enseñen algo. Hoy soy merlense. 

CR