26 de julio de 2015

Malas palabras



Las malas palabras, cuando tampoco
me preocupan las buenas palabras.


Hay gente que espera de su propia formalidad o su educación o su evasión de las "malas" palabras, acaso un reconocimiento. Y reaccionan ante mi uso indiscriminado de ellas, y me escriben indirectas ofuscadas por muro abierto en las redes sociales, reclamando ¡exigiendo! una mejor y más dócil aplicación del idioma; se inspiran en que un "escritor" tiene variedad en la elección semántica, y que debemos optar por las formas barrocas de la sana educación, o tal vez las formas victorianas de la última estética conocida, antes del festival castizo con la urbanidad lunfarda del siglo 19 y 20, y además la irrupción del periodismo. Y tienen razón, claro que dispongo de variedad y alternativas pero no las quiero. De todas, usé la adecuada, la que me sirve. No es catarsis sino dimensión y creo que es la medida justa para expresar lo que pienso de la censura aprobada por nuestro congreso.

Según parece, los términos populares de "boludo", "puta" y "mierda" se trata de recursos de un estilo callejero a cuya apetencia debemos privarnos porque "somos escritores" y atropellan nuestra labor. Jamás dije serlo, no pertenezco a esa comunidad como ellos creen que es; y conte que dejo de lado la palabra "culo" porque consta en los diccionarios de RAE, ya que cola tienen los animales; pero incluso estudié los orígenes de los insultos feroces en la literatura del siglo XVI, cuando aparecen en el Quijote, y antes, en la picaresca italiana. Si leyeran un poco más con tan estrecho examen, descalificarían a Cervantes o al Arcipreste de Hita; claro que no pueden quejarse a ellos por Facebook porque supe que murieron hace un tiempo; además, creo que no tienen perfiles oficiales en las redes que puedan responder. 

Si aún tengo presente la liberación de galeotes en los primeros capítulos del Quijote, cuando tras el desparramo del hidalgo para liberarlos, los invita a trasladarse a Toboso, a dispensar los agradecimientos pertinentes a la dueña de sus proezas. Bueno, pero los condenados, interesados en escabullirse de las autoridades, se rehusan al turismo barroco y don Quijote en respuesta le dispensa a uno de ellos –Gines de Pasamonte– un insulto que sigue vigente hasta en nuestros días, dudando de la nobleza de su madre.

Curiosamente, coincide este perfil de críticos con gente que no deja huella, o escriben y leen de esos poemas o acaso cuentitos que no tienen sorpresas, porque son los mismos de hace cuatro siglos y que seguirán sin aportar nada nuevo dentro de otros cuatro siglos más. En ellos prosperan palabras como "belleza", "amor" y con eso creen definida una idea nueva o renovada. No sólo son formales para escribir, sino también para pensar. Con sólo ver cómo se visten, como ya reflexioné en otra oportunidad, ya sabemos qué no se atreverán jamás a escribir. La vida como un yogurt descremado.

El episodio se suscita por un posteo en mi perfil de Facebook con mi reacción por el proyecto de ley de censura en las mismas redes sociales que cuenta hoy con media sanción en el Congreso nacional. Y si escribo que se metan las instituciones "en el culo", la ofuscación de los leyentes no viene por la censura en el Congreso, sino porque yo escriba "culo", o "váyanse a la putísima que los parió". Como decir: "no me importa que me quites libertades, pero no insulten, no escriban palabras sucias". Importa menos la censura que el decoro. Si hasta parece una norma sobreviviente del Proceso. Insisto, amplio, generoso e inclusivo: váyanse a la putísima que los parió.

A mi actitud se la llamó "discrepar", que es un eufemismo, como si se pudiera debatir el tipo de recortes a la libertad de expresión. Vuelvo a decirlo, me deja perplejo el silencio del mundo intelectual frente al atropello. Bueno, pero la ofendida lectura de mis post los lleva a la queja, a la dignidad ofendida y manchada por mis palabras. Para ellos "tortura" es una buena palabra, "discriminación", "secuestro" y "violación" son también buenas palabras, "asesinato" también lo es; incluso "estafa", "represión" y "censura" son buenas también porque implican conceptos claros e ideas simples y fáciles de enseñar y escribir. Si hasta me recuerdan a don Jorge Luis Borges, cuando se refiere a Videla como a "un caballero", es decir, no importaba que fuera un golpista asesino, sino que fuera educado. Otra vez: "Torturá a quien quieras, pero no lo insultes".

Y aclaro, el siguiente paso a la censura, será la detención en la vía pública de quienes escriban grafitis dañinos a la imagen de gobierno. La venezolización de nuestra patria está en marcha, la brutalidad se acerca. Regresamos 100 años con esta medida. Pero a los ofendidos con mis expresiones, les digo: tienen razón, no pertenezco a la comunidad de ustedes, los "escritores", por eso me alejé, y por eso me sigo alejando y verifico a diario seguir bien distante.

CR