15 de febrero de 2015

Día de los enamorados

En el Día de San Valentín, comparto con mis lectores
algunos episodios del diario de un seductor, 
según Rigel.


El beso chino

Guacho, me afanaste un pico
mariguanoso y muy avinagrado
en un momento de distracción y
se me mojaron las mitocondrias.
Por tres cuadras largas te corrí
blandiendo un ladrillo enamorado
para encajártelo de cofia en el tomate.
El chino de la esquina, a los gritos
y por las dudas, salió a los tiros,
pensando que veníamos felices,
como pareja, afanando perdices.
Derrapé en la otra cuadra y rodé
como rueda una vieja silla de fierro.
Yo me banco tus brutos chorreos,
no pienses que no. Tampoco hago
denuncias, no hay juzgados para
el amor. Te perdono y cuando quieras,
repetilo, pero devolveme la cartera
con el sueldo intacto, por favor.





"Querida Garchi:

¡Feliz Día de San Valentín! Aquí te mando este corazón, es como decirte cien veces que te amo pero, bueno, conseguí cien boludos amigos para representarlo rapidito y claro. Después nos fuimos a comer hamburguesas. Pero fijate el de abajo, con el brazo en alto, ¿te acordás? Es Juli. Estaba en Sierra Chica pero le dieron la Condicional, el que le prendió fuego a la mujer, Marga, la colorada esa que estuvo en coma dos semanas y murió en el Pirovanno. No te confundas con Luqui (el que también le prendió fuego a la rubia, la que traficaba y que agarraron con dos kilos de merca), es el otro, el morochito que nos traía "seda" los jueves y cambiaba de celu y de moto cada semana como de remera. Acordate que la novia le metió dos corchos en la pierna por el bardo de la guita y, bueno, el boludo se calentó y le prendió fuego pero no murió, esa quedó con quemaduras al 40 por ciento. Ahora el boludo anda rengo y prófugo. Juli te manda saludos, por eso alzó el brazo. Bueno, te cuento que no veo la hora de que terminen estas vacaciones para juntarnos y te juro que nunca, pero ¡nunca!, compraremos alcohol ni querosén. Te amo tanto que me estoy agusanando... Besos, Flongui".




En San Valentín, comparto los métodos para una conquista segura. En una época tan poco galante, es mejor recordar a los caballeros algunas ideas seductoras para aplicar con las damas elegidas para descargar en ellas la poesía barroca de nuestra sobriedad:

—¡Oh, caramba, vea usted qué contrariedad, majestuosa dama, mi bigote se ha enredado en su collar!

—¿Podría abrir su ombligo, pues creo haber perdido mi reloj?

—Se levantaría usted de la silla, pues debajo creo haber dejado secándose el diario de hoy.

—Pero qué vergüenza, creo que mi monóculo ha resbalado dentro de su blusa.

—No soy Bill Clinton, jovencita, pero quisiera compartir este habano con usted.

—Disculpará, su merced, creo que se ha sentado sobre mi bastón.


—Ilustre señora, permítame quitarle ese caracol que se ha perdido bajo su pollera.

—Mi querida Ester, con gusto le ofrecería mi corazón para un transplante si me devuelve el suyo.

—Dicen que una flor conquista, pues por eso le traigo, estimada Némesis, esta maceta completa de mi abuela.

—Niña, puede emplear mi galera para subir y alcanzar ese libro tan alto.

—¿Me ayudaría usted con esta tan abundante polenta en mi plato?

—Permítame limpiarle, su señoría, esa gota de salsa que ha desaparecido dentro de su blusa.

—Con su permiso, celeste dama, pruebe este panqueque que chorrea tanto dulce de leche.

—Hermosa doncella, este choripán con tanto chimi-churri simboliza mi ardor por usted.

—Tan bella que sería un honor para mí que utilizara los beneficios de mi inodoro hogareño.

Es aconsejable proceder como se espera de un caballero victoriano sin decaer en la calidad barroca los manierismos propios de un ilustre oculto en la urbanidad y sostener una entonación romántica. Conquistadores ¡a la carga!

CR

Copyright®2015 por Carlos Rigel