9 de enero de 2015

Final de juego





A comienzos de otoño saldrá a la venta 
una edición breve, de muy pocos ejemplares, 
de la segunda parte que concluye la novela
Diario del fin.



Voy a recordar que se trata de la historia terminada y presentada en 2010 para el certamen Clarín de novela (el que ganó Nielsen merecida y reparadoramente), acompañando en cantidad de ejemplares a la edición de la primera parte y aproximadamente con un paginado similar (entre 290 y 300 páginas). 

Respecto al tiempo específico de la obra se trata de un cuento frustrado iniciado entre 2004 y 2005, varias veces reescrito y terminado como novela en 2010 coincidente con el cierre de fechas de la edición del concurso Clarín de ese año. Lo anecdótico es que fue la última vez que participé en un concurso literario abierto para retirarme definitivamente de las contiendas que buscan saber quién es el mejor autor y cuál es la mejor obra. No es ese mi destino, aunque de ninguna manera desmerezco los méritos de mis colegas, ni siquiera diré que es el "camino fácil" porque tampoco lo creo cuando competir honradamente es siempre temerario y anticipa una producción de calidad popular y también erudita, simplemente no estoy en posición de destinar dineros en los concursos nacionales, y mucho menos a los del exterior, cuando prefiero destinarlos a los pocos ejemplares que edito con la exigua recompensa de recuperar esos dineros a lo largo del tiempo. La extrema precariedad de mis ingresos –con una familia numerosa– me obliga a pensar más en la construcción de un modesto público lector y seguidor de mis títulos que en la probabilidad de un acierto mayor. A eso se debe mi retiro definitivo cuando, precisamente, me había preparado toda mi vida narrativa para eso mismo. 

La novedad, más allá de las cuestiones del intratexto y los pocos referentes que agregue sobre la historia presente, estará dada por el extratexto y es que el mismo Gustavo Nielsen, nuestro arquitecto y narrador exitoso, operará como asesor de imagen de ambas cubiertas tan pronto su obra pública, el monumento al holocausto, esté inaugurado en Costanera sur. Espectacular pateador de culos, el David entre faunos corruptos, lo vi enfrentar estructuras gigantescas y aceptar el destierro de ganarles honradamente. Si algo volví a aprender de él, es que no se declina ante la adversidad cuando hemos procedido correctamente; hay que mandar a la mierda a quien sea, sin importar su tamaño. No todo se negocia.
Es un gran orgullo y una alegría para mí que destine su tiempo a mi primera novela con ánimos de publicar. Voy a repetir que he sido renuente toda mi carrera a la publicación, pero es un honor en esta hora incierta el contar con su experiencia y valía.

Anticipo una página elegida al azar.


CR

Copyright@2015 por Carlos Rigel