21 de febrero de 2011

El apriete tradicional / La enseñanza

Y claro que al borde de comenzar el año escolar llegan los cíclicos reclamos de los maestros. Para ellos es lícito ya tomar rehenes en sus ilegítimos reclamos de aumento. Y digo "ilegítimos" porque por supuesto que no merecen ganar un centavo más de lo que cobran. Pero si no se cumplen sus demandas, amenazan a la civilidad con las carpas blancas y esas boludeces que acostumbran para acaparar medios. Y hasta lo convocan a Leon Gieco y a Teresa Parodi como emblemas de un reclamo que no es cultural –nunca lo fue, aunque ellos se llenen la boca hablando de los pormenores culturales–, sino salarial; un tema gremial a fin de cuentas. La enseñanza está en crisis y no es por el salario.



Ya entreví la farsa cuando, hace pocos años, el gobierno de la provincia de Buenos Aires amenazó con someterlos a una evaluación que estableciera y justificara aumentos selectivos según la capacidad de cada maestro titular. Pero pícaramente en CETERA se negaron ofuscados. ¿Cuál era el temor?

Las estadísticas (y no soy afecto a ellas) dicen con bastante claridad que para cada puesto en la enseñanza se requieren cuatro trabajadores: Un maestro titular y una suplente, más dos asistentes que entran en funciones si la titular y la asistente faltan o fallan o se desgarran una uña. La auditoría es simple: La titular recibe el puesto e intocable sale de licencia para lo cual opera el ingreso de la suplente. Las dos cobran. Y hasta cuentan con una reserva de otra más por si esta última menstrua o desfallece de amor. Y ante la licencia de la suplente entra en escena otra suplente, pero si no la consiguen, recién entonces aparece la preceptora, siempre muy ocupada con alguna planilla. Todas cobran. Es decir, la suplente auxiliar de último recurso de la que suplanta a la suplente de la titular. ¿Está claro? En resumen, una modesta fortuna anual para cumplir con la formalidad de continuar con el problema. A eso se agregan dos administrativas más en cargos diversos de un establecimiento. Y reconocido esto por una oficial del Consejo Escolar de La Matanza.

En efecto, cuatro personas destinadas a una vacante para que un pibe salga peor de lo que entró de una escuela nacional. Porque el sueldo no está acorde con los objetivos, entonces no importa si no aprendió a redactar una oración sin faltas estridentes de ortografía, ni sintaxis, y que acusen problemas con una sencilla división de tres cifras.
Y en su increíble "mirar para otro lado", la sociedad argentina se presta al teatro anual de la toma de rehenes, que nunca fueron otros que los estudiantes, los pibes de guardapolvos y mochilas, porque el gremio de los maestros logra la triquiñuela de armar cada año una balanza sensiblera, sopesando en una de las bandejas a los pibes, y en la otra, la cultura del futuro. La idea de que el porvenir está en juego por un aumento de sueldo. Ellos, naturalmente, sustentan el delicado equilibrio entre nosotros y la sociedad del mañana. Y la ciudadanía cree la patraña, se presta a ella.
Claro que el tema no es cultural, sino educativo; estrictamente educativo. Y quienes somos padres tenemos el derecho de cruzar la raya al fin de la columna y extraer el resultado. Una simple suma y resta; la misma que nos confirma que el estado educativo de la población escolar argentina es un asco. Los pibes salen de las escuelas y los colegios sin saber escribir, sin saber leer, sin saber sumar. Desconocen las palabras básicas. No han concluido la lectura de un texto.

Pero se cierra el momento. La propuesta es simple: Un comité de padres a cargo de una evaluación del estado cultural y educativo de los maestros. Esos padres establecerán si merecen el aumento o no. Una evaluación digamos básica. Por ejemplo de redacción, algo de conjuntos o trigonometría, algo de geografía, algo de literatura...
Que lo dejen en nuestras manos. No es necesario confrontar; tampoco ceder ni conceder. La sociedad argentina es lo suficientemente madura como para evaluar quien trabaja, quien cumple con el mínimo y quien merece quedar postergado –e incluso ser reasignado–, como para concluir si merecen o no un aumento de sueldo.



Copyright®2011 por Carlos Rigel


No hay comentarios:

Publicar un comentario