15 de enero de 2023

El robo del monarca

Las tintascrudas de Rigel

Pocos lo recordarán. Hace unos 36 o 37 años unos pibes jugaban a la pelota en el parque frente a la torre de los ingleses, en Retiro. Como sabemos, gritos, órdenes lacónicas y voces imperativas a la par de los pelotazos que van y que vienen quebrados por los cruces de piernas y los cuerpos en el aire de la tarde porteña. ¡Acá!, ¡Uh!, ¡Dale!, ¡Tomá! Todos se lucen aguerridos y flexibles. Pero la pelota sale de los límites previstos y la recibe un comedido de paso por allí, o acaso convocado por el mismo juego de corridas, robos y caídas.

Como sabemos que le corresponde a todo aficionado solidario en un deporte de caballeros, se espera un acto de compromiso del extraño en devolverla al juego. Pero no. La retrae y la empeina muy lejos de la intención calculada. Los pibes, menos que reclamarla de regreso, primero se deslumbran con el toque aéreo y mágico de la pelota que cuelga del aire; luego se impacientan. El balón va del empeine al hombro, rebota, baja y vuelve a subir sin tocar el suelo.

Tal vez dos o tres pibes se acercan para recordarle con su presencia que la pelota es de ellos y el juego está suspendido hasta su reintegro correspondiente al campo. Pero tampoco. Parece haberse apropiado de la voluntad del balón, hipnotizado por un extraño de paso por allí. 

Pero ¿quién se cree que es? 

De pronto la esfera muerde el suelo aplastado bajo el calzado y espera desafiante a los dos o tres pibes que la reclaman. Es un desafío para valientes. Va uno, prolonga el pié, pero el balón lo esquiva con gambeteos prolijos. Se suma otro y tampoco alcanza en el cruce de piernas y calzados.

Entonces van todos los que esperaban estupefactos la restitución. El partido parece suspendido por falta de pelota. Uno de la tribuna que pasaba por allí esa tarde se la apropió y no piensa devolverla a menos que se la quiten; se la quiere robar. Es una pelea de perros con textura de piernas y patadas. Y no. Pero el gigante extraño que lucha por retenerla, al fin pierde el equilibrio, lo empujan y va al suelo, vencido por el ataque formidable de la escuadra sin color definido. Y estallan las risas con los jadeos al sol cuando logran quitársela.

Algunos yacen en el suelo al lado o sobre el cuerpo del titán derrotado que todavía ríe con ellos. Algunos suponen quién es; otros no, pero yace vencido. La pelota es de ellos.

Todavía no saben que, de visita por Buenos Aires, "O rei" Pelé, ha jugado esa tarde con ellos.


Copyright®2023 por Rigel 

No hay comentarios:

Publicar un comentario