5 de enero de 2022

Tres esquinas de la noche

Las tintascrudas de Rigel



Fin del abismo. A solo tres palmos de olvidar este capítulo y cerrar el libro.

Estoy a tres días de cerrar el año más oscuro de mi vida y la de mis cuatro hijos, a tres de recobrar una familia que creí perdida, a tres de celebrar el quitarles de encima a una demonio incalculada, una demonio perversa y sucia que nos separó y que los llevó por el camino de las drogas, que los usó como soldaditos para conseguirle porros y bolsas de marihuana con tranzas y drogadictos para sentirse una reina del basural donde existe, el culto a las proezas y desafíos del alcohol frente a sus hijos, más el ritual diario de la mentira, una "sacra" destrucción del hogar y el engaño; una demonio que cita a Dios como su protector y corrector, con altares tan puercos como su interior, con calaveras y pedidos sucios y tan nulos como su alma.
Bajo el manto de la victimización siempre habrá un monstruo de justificaciones entintadas con mentiras. Esa victimización es el recurso clásico del victimario, el que mata por las dudas. Así, hasta llevar al teatro de una guerra bajo mi techo luego convertido en un bunquer narco, donde los míos fueron tomados o de rehenes o de víctimas por no ser los aliados en causas deshonestas y, repito, sucias. De allí a llamar "traidor" al menor que se niega a conseguirle atados y bolsas de marihuana con un narco del barrio.
Pero cuando cerré el corazón abrí los ojos. Entonces vi los restos de lo que antes fue mi familia. No será mi verdad, sino la de los míos ante los fueros cuando llegue el momento. Así hay quienes maquillan sus caras, pintan sus ojos de luz y sus labios de rojo, pero tienen la enfermedad en el alma, entonces el amor no los salva, sino que los pudre.
Ahora recupero mi casa y a mis pibes luego de tanta tragedia –juzgado de por medio–, enderezo sus vidas y espero con ansia y calma cuando mi tercera hija (de cuatro mujeres más dos varones) de a luz en enero a mi tercer nieto, señal clara de mis tiempos, incluso para dignificar el comienzo. Mi vida abre una brecha y filtra al fin el amanecer.
Dicen los tramposos "El fin justifica los medios", y no dudo que tendrán butaca de carbón caliente en el fin, pero me quedo con Hegel: "El medio debe ser digno del fin". Que otros siembren semillas de maldad y prendan velitas insanas en las esquinas del campo ajeno. No es mi terreno; no es mi suciedad. Sembraron odio, llenarán sacos de serpientes. Cuanto más lejos de mi prole mejor.
Y reservo el vino para celebrar la clausura de un año kármico y renacer una vez más en año nuevo. Las nubes al fin se abren. Mi campo no necesita velas dedicadas a ningún santo o demonio menor. Dios me prestará el sol para iluminar a los míos. Es el fin de los sacrificios, el pasado yace sepultado sin mármoles ni laureles. Y a renacer de mis propias cenizas en mi eterno nacimiento. La felicidad todavía me espera.


Copyright®2021 por Rigel

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