1 de febrero de 2016

La agónica felicidad

"Lobo estepario" de Guillermo Didiego


Trabajar o estudiar y esforzarse ya no fue importante, 
sino militar, como un zombie en carnaval. 
"Saltá por nosotros y serás rico". Hagan el favor:
métanse los billetes en el culo.


Saldremos a las calles, tal vez golpeemos instituciones, o quizá provoquemos incendios, acaso baleen a gente o dolida u ofuscada o hambrienta, no lo sé; o quizá enfrentemos a la policía, a la gendarmería o al gobierno. Habrá heridos de ambos lados, aunque siempre son el mismo lado: cagados de hambre contra pobres, marginados contra soslayados, desagregados contra ofendidos. Pero no importa, porque el kirchnerismo feudal no volverá. Prefiero un país convulsionado a uno obediente, sumiso, atropellado por la alegría de los nuevos oligarcas. Admirarles los lujos de vivir preocupados por nuestra felicidad y sordos a nuestro repudio.
Ellos traicionaron a un pueblo, a un partido, fabricaron esclavos agradecidos pendientes de las migajas. Dividieron, enfrentaron, humillaron, burlaron. Y mientras tanto robaban miles de millones. Para unos fideos, para otros caviar, para unos la SUBE, para otros la primera Ferrari o un avión.
No trajeron justicia social sino una palmada en el hombro y los sánguches con billetes; eran pocos y nunca aclararon de dónde salían. La repartija fue en la plaza a los gritos de un relato cambiado "¡Por alegría baila el mono!". Y así nos descendían a todos de categoría, la involución de sentirnos simios en el planeta de los monos, en el país de los orangutanes, porque clonaban minusválidos felices en las industrias de la mentira.
Rebeldes u obsecuentes, nos clavaron a todos la misma vacuna, hubo inmunes, y otros ardientes de fiebre; y las corridas. Creyeron que los inmunes alcanzaban para sumarle a la gloria; no fue así, sus candidatos y herederos fueron otra farsa. Cuanto más distante más claro se advierte el plano. Trabajar o estudiar y esforzarse ya no fue importante, sino militar, como un zombie en carnaval. "Saltá por nosotros y serás rico".
Huxley soñó esta agónica felicidad. Duró 12 años interminables de burlas y discursos. "Donde reina la soberbia sobreviene la desgracia", dice la voz. Hoy transitamos la segunda parte de la sentencia: la desgracia. Orwell nos advirtió como terminaba. Derramemos ahora el alcohol de la diferencia sobre nuestros frascos embrionarios. ¡A la mierda con el arrepentimiento!

Toda crítica reaccionaria propone volver atrás. Basta de volver. No se regresa al vientre materno, ni al embarazo que nos vio crecer. Dejemos a un lado a los monos con su generalato feliz de gorilas oligarcas. Prefiero tropezar mil veces en un camino distinto que volver al que transité ayer... aunque al primer paso tropiece y caiga de nuevo.

CR


Copyright@2016 por Carlos Rigel