30 de octubre de 2015

Pireo, la novela en 2016



Pireo: el pacto.
La novela estará terminada 
a comienzos de 2016.

Meditada desde hace años cuando menos desde 2012, es una adaptación de Fausto, de Johann Wolfgang Von Goethe, cuyo personaje primario es un escritor en busca de asegurarse un empleo en una editorial. Se trata de Pireo: el pacto. una historia desarrollada en una Buenos Aires liberal, cruel e ilusoria. El perfil narrativo fue muy pensado antes de echar mano al escrito, es ágil y de capítulos cortos. Extraigo un paradigma esencial que propone como promotor de la idea: conocemos el concepto de plagio de un texto, la copia deliberada e intencional con fines de lucro, pero ¿qué ocurre si sabemos que el autor luego de escribirlo fallece? ¿A quién pertenece? 

Respecto a la historia, la reseño: Un corrector de prueba editorial desempleado recibe un escrito de setecientas páginas en prueba con la probabilidad de ser contratado por la editorial involucrada de acuerdo a los resultados de su labor de corrección. Se trata de una novela con un estilo inmejorable cuyo autor es un joven de 22 años recientemente fallecido. Es decir, el texto a revisar no tiene autor. La historia, entonces, explora los orígenes de un escrito brillante y la ambición desmedida de su poseedor pero que no es su autor legítimo, aunque anhela serlo. En un país donde los Derechos de Autor son atropellados como cosa corriente, resulta fácil adjudicarse un escrito. La duda intrínseca que justifica la presente historia mi novela—, es la indagación posterior acerca de la procedencia del escrito robado.

El arte de la cubierta fue diseñado especialmente para la presente novela y corresponde a los creativos Gustavo Nielsen y Alejandro Taliano, un modesto lujo que aún puedo darme, cuando sus trabajos artísticos, juntos o individuales, son admirables. Debo aclarar que como creación de tapa ya recibió elogios.

Comparto un fragmento del capítulo 24:

«Vuelvo a revisar cada carpeta virtual, como si hubiera pasado por alto alguno de los títulos. Algo no cierra. Los cuadros de diálogo se abren, muestran su contenido de íconos y los vuelvo a abrir uno a uno, todavía sin convencerme. Los documentos se despliegan, ocupan la pantalla y vuelven a revelar la mediocridad de un autor amateur. Algunos textos son tan ingenuos que no son salvables ni siquiera en las ideas elementales, ni aún con aditivos de redacción en manos de un genio.

—Pan amargo. 

Semejante operativo de inteligencia para hacerme con la computadora de un pibe y el contenido, por fuera de la novela, es un fiasco. Veo las carpetas con fotos pero las obvio. No busco fotos, sino escritos con la misma dimensión de El pacto, el cual tengo copiado en mi propio disco rígido desde el primer momento. Es una suerte que todos los textos de la carpeta que titula «Escritura» tienen por igual al pie la firma de "Ciro" y la fecha de conclusión. La mayoría corresponden a los tres últimos años. Pero el que me interesa es prácticamente el último con apenas cuatro meses de terminado. Luego le sigue una prosa breve con fecha de hace unos setenta días. Sin duda allí se interrumpieron los escritos, lo que coincide con la fechas aproximadas de su muerte. El pacto tiene un error en la fecha de finalización que oscila con dos días de diferencia, dice "3/5 de Julio". Deduzco que los casi dos meses anteriores sin registros, sin textos, desde el 19 de Mayo más exactamente, corresponden al período hipotético de la realización de la novela. De cualquier manera, si lleno con redacción los días de Ciro, un muchacho de 22 años, desde el último texto fechado hasta la finalización de la novela, la cuenta dice que escribió un promedio de poco más catorce páginas diarias. La producción de un autor profesional.

Es decir, un pibe sin ninguna cualidad notable ni para pensar ni para escribir, un día de Mayo se acuesta a dormir y cuando despierta a comienzos de Julio es un genio de la novela con un título de setecientas páginas dignas de un Nobel. Y para demostrarlo, expone una historia metafísica que orilla lo filosófico con pasajes de una profundidad y una belleza digna de envidia destructiva, con técnicas sofisticadas en donde abundan los párrafos elegantes subordinados al remate en la última palabra de la última oración, y donde aplica la teoría del epicentro narrativo como llave de acceso para la memorización de los temas en la edificación de una idea superior. Eso dice que Ciro, el autor, no sólo escribió una historia fluida, sino que fue cuidadoso con caracteres secundarios inyectados en la mente del lector para la construcción de una metáfora amplia y oculta dentro de otra metáfora de superficie y atractiva.

Leo en el capítulo Jarilla ardiente: «...En el fondo de una mirada antigua, mi mirada intenta volver a izar edificios sumergidos bajo empedrados de granito, pero no consigue más que generalidades ganadas al río. ¿Percibo o recuerdo? Veo lo que sé, o, más bien, lo que otro ya sabe. Otra memoria posee la mía, me invade con añoranzas de carros coloniales y de caballos, los recuerdos de otro surgen frente a mí. He aquí un cuadro para los turistas: La Eternidad cercada por el devenir, o el mundo inteligible planeando por encima de la materia. Bruscamente, todo el cortejo mineral se ahoga; las sombras son como los sueños: no tienen lógica en las ideas. El aire se aplana, la pampa suspira, y yo me alzo sobre una espesura de embotamiento; se diría que ella envidia la rigidez cadavérica de los bloques urbanos que la incluyen...»

No cierra nada.
—¡Nada!...»


CR

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