18 de mayo de 2011

Cultura y más cultura / La Feria en números


Años tras año se repite con éxito el fenómeno masivo y creciente de la Feria del Libro. La pregunta es ¿en qué consiste dicho éxito y para quién lo es?, ¿para los autores, las editoriales o para la Fundación el Libro? 


Hablar de un millón doscientas cincuenta mil personas de visita por la Feria del Libro claro que es un eufemismo, porque no se trata de personas distintas en cada caso, sino que en muchos de ellos se trata de quienes visitan el predio hasta en 5 oportunidades durante las fechas de apertura en cada ciclo. Y al decir "muchos" quiero decir que al menos 250 mil personas repiten la visita antes del cierre del evento. Y la repiten por el simple hecho de que hablamos de vecinos de la ciudad y de un poder adquisitivo muy diferente al público de la provincia de Buenos Aires, sin ir más lejos. 

La cuenta llana nos permite advertir por una operación simple de multiplicación a 200 mil personas que repiten la visita hasta 5 veces (1 millón de entradas) que, o por interés de algún título, o porque es la novedad, o porque quiere tomarse un café en un lugar snob la visitan. Y los restantes 250 mil podemos distribuirlos entre el público de GBA, escasos visitantes del exterior y quizás menos público del resto del país.

Esto remite a un evento falaz en sus lecturas estadísticas, sin duda operadas por la Fundación y la vista gorda del Grupo Clarín porque no se trata, entonces, de un megaevento abierto y nacional, sino de un evento zonal de público fijo y reincidente. Algo así al estilo del Teatro Colón, que siendo pago por todos, sólo unos pocos asisten anualmente y año tras año.

Pero analicemos la Feria del Libro en pesos. Hablar de un millón y cuarto de entradas, es hablar de 25 millones de pesos. Y si, además, cada stand cuesta 4 mil dólares (unos 16 mil pesos cada uno), la cifra total alcanza unos 40 millones recaudados en el término de 4 meses y que incluyen las 2 o 3 semanas que dura la Feria en sí misma. Al costo del stand debemos responsabilizar el precio de cada ejemplar que cada expositor promedia en los precios de venta de cada título, por eso cuestan entre un 20 y un 30 por ciento más caros que en las librerías.

Ahora, ¿cuánto cuesta el alquiler del predio y la organización y publicidad involucrada? Seré generoso, digamos 5 millones. Pero supongamos que son 10 millones. Eso deja un resultado de unos 30 millones de pesos. 

Bien, con semejante recaudación podríamos pensar en concursos de textos con premios gratificantes durante el transcurso de la Feria, entradas gratuitas para autores humildes, promoción de eventos en el exterior con delegaciones de autores noveles y representativos de nuestra literatura, coordinación de eventos nacionales aunando eventos regionales coincidentes en las fechas, ofertas y descuentos importantes en textos clásicos nacionales y argentinos, stands a precios bajos –resarcimiento para editoriales pequeñas que durante el año soportan el golpe agresivo mercantil de los grandes grupos editores y de medios–, prestaciones anuales para autores y amparo de autores desprotegidos... Pero no, nada de esto ocurre. 

¿Y a qué destina la Fundación el Libro esos dineros? Respuesta: A mantenerse a sí misma, pero también al pago de sueldos de empleados de oficina de la Fundación, al listado actualizado de publicaciones del orbe editorial –confeccionado con aportes de las mismas editoriales–, y a la nómina, también actualizada, de editoriales radicadas en el país. Y, claro está, al comité organizador del sorteo anual de stands. Es decir que la mayor parte de los recursos está destinado a la Feria, la misma que, justamente, promueve el negocio.

La Fundación puede justificarnos de mil maneras sus emprendimientos particulares y gestiones o secretas o públicas, pero no puede convencernos de que tengan algo que ver con la cultura, ya que no vemos los resultados por fuera de la Feria del Libro pero, aún así, le resta  explicarnos qué diablos hace con ese dinero anual cuando sabemos que Ernesto Sábato termina de fallecer en una incomprensible humildad cervantina.




2011 © Copyright por Carlos Rigel


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