10 de agosto de 2009

Los ángeles de la catástrofe y la lux aeterna



ME TIENEN cansado los terroristas de la nueva hermandad holística New Age (que podríamos llamar del gris difuso), pero que se piensan heraldos de Dios sobre los hombres.
Será habitual que nos bendigan con el destello de su sonrisa encantadora y angelical, pero que si los rozamos distraídos, nos manden a la reputísima madre que los parió, hijos de mil putas.

En los medios masivos hay dos bandos claramente tipificados. Por un lado, los que le ponen un título luminoso a sus programas (tipo La nueva Esmeralda, o El mundo encantado de Inés), y nos pasan música new age, sus spots y pantallas nos hablan permanentemente de mejoras en la calidad de vida, pero a cada tanto nos citan la lista de cataclismos naturales y artificiales del porvenir que sacuden o sacudirán al planeta, y las predicciones más desgarradoras y apocalípticas que se vienen. Sobre todo cuando aclaran que ellos (verdaderos heraldos del cielo nuboso) nos habían recordado que estaban por ocurrir.
Nos amontonan por espanto.

Y por otro lado, los que le ponen un título a sus programas también luminoso, y también nos pasan música new age, y sus spots y pantallas también nos hablan de la calidad de vida, pero además, nos recuerdan que la vida es maravillosa, tanto que nos transmiten un día desde Grecia, tres días después desde Machu-Pichu, cuatro días más tarde desde la India y luego desde el Himalaya, porque la vida de ellos es deliciosa y viajan cuando y a donde se les ocurre, además de tener, al parecer, línea directa con Cristo y Buda y los arcángeles. Por ende —y por ósmosis—, nuestra vida también debe ser maravillosa aunque no viajemos tanto, ni contemos con el abono del Colón, ni con una cuentita en el banco, ni un departamento sobre avenida del Libertador y tengamos casi siempre el teléfono o la luz al corte —ya que no es difícil con ver la vida como un talismán divino cuando nos consiguen una pensión de 5 o 6 mil dólares mensuales o el cobro millonario de un juicio al estado, sobre todo cuando padecemos esto porque obstinadamente no seguimos al pie de la letra sus óptimos consejos de triunfo, realización y belleza. Nos hermanan por sus éxitos.
Pero ¿qué les pasa?

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