16 de septiembre de 2012

Quijote dixit


Fragmento de un capítulo de la novela 
Las aventuras de don Quijote de La Mancha en el reino de las Indias, texto de vuestro humilde autor a editar durante 2013 con sello Astrorey Public Ediciones



Capítulo XX
El extraño discurso del caudillo Chiroga Tresmenes a la indiada riojana

«... Se le hizo al manchego que era una descortesía indigna de la orden de caballería salir a patrullar los caminos sin pedir la autorización del Alcalde de la comarca. Y a orillas de la cordillera, el caballero de La Mancha, sin descender el rocín, escuchó con atención el tan extraño discurso del Marqués-caudillo Chiroga Tresmenes frente a la concentrada tribu de los taluet. Dijo así:

—Queridos coterráneos de mi aldea, que Dios los bendiga, Viracocha los proteja y el rey los ilumine hasta chamuscar… vine hoy a decirles que «la monarquía es el arte de lo posible», y puesto que no hay genio sin disparate es por eso que les traigo una excelente novedad que ni el mismísimo tano Da Vinci la hubiera imaginado mejor, ¡La Felipera!... ¡La catapulta más grande jamás construida por el hombre! Sí, aquí mismo, al pie de la cordiyiera. Una catapulta tan inmensa que ni el Mago Merlino pudiera concebir en la peor fiebre de muerte. Ustede dirán, ¿y para qué diablos queremos una catapulta tan descomunal? Pero yio les digo que es nessario, sí, es tan nessario pues nuestras rutas con el rey están comprometidas por piratas y saqueadores furtivos, y esta será nuestra vía legítima de comunicación con el reino de su Majestad, el excelentísimo Felipe. Imaginen ustede tamaña catapulta con lanzamientos aéreos de galeones enteros, con ancla y velas, todo, muy por encima de las nubes, de aquí a España en tres horas, ida y vuelta. Así que, miren ustede, ¿qué indígena no aprovecharía semejante ventaja de la modernidad?

Tras un breve respiro que aprovechó el caudillo Chiroga para disponer mejor las ideas, la indiada obediente lo ovacionó con una cañonada de gritos y aplausos fervorosos. Luego, continuó:

—Como un arco iris pero entre el palacio del rey y nuestra aldea, aquí mismo, para el crecimiento de nuestra querida colonia cordillerana y en detrimento de la Ciudad de los Reyes en el Alto Perú, ustede saben bien de las infulas de los incañoles del Cuzco, pues ya veo que Su Majestad muy pronto establecerá capitales y virreinatos, ¿y nos quedaremos mirando de afuera?, que si no nos entregamos afanosamente a «La Felipera» de que les hablo, y si entraramos en guerra con el reino incañol del Perú, ¿con qué los atacaremos para defender las tierras de Su Majestad?

El malón de indígenas ovacionó al caudillo como parte de un programa de ovaciones comunales a reiterados caudillos autóctonos. Chiroga no parecía ser el primero.

—Yia sé, ustede se preguntarán quién es este ilustre cabayiero que nos acompaña recién llegado de las cortes reales. Pues les diré que, siendo emisario y heraldo, Su Majestad nos envía gratas novedades a través de don Quijote, así como les digo, pues en la capital misma del reino ha comenzado la construcción de «La Virreinal», la otra catapulta hermana melliza de «la Felipera», así que, yia ven ustedes.

De nuevo se produjo el estallido de aplausos.

—…Imaginen la cara del rey, recibiéndonos en su propio patio con vuestro cargamento de cardos, aceitunas y cueros de bestias je, je —y gesticulando leer un documento imaginario, agregó: —Su Majestad, aquí le mando este cuero carneado ayer mismo que estrechamente vos me demandaste y muy temprano por la mañana. Dejadlo estaqueado al sol, no sea que agusane, y… ¿cómo dice vuestra merced?, ¿que necesita un atado de esclavos para la servidumbre?, ¡lo tendra hoy mismo por la noche! A ver, che: vos, vos y vos, ¡a la catapulta!… Su Majestad, cuente siempre con los súbditos del sur, y véngase a tomar un vino cuando guste,  y ¿cómo dice…? ¿una tira de bestias para el rey de Nápoles? ¡Yia mismo sale para allá! —hizo un ademán en el aire de reajustar la dirección de un disparo elevado, y agregó—… alineamos el tiro y listo, Nápoles, ¡allí va!  ¡Fium!... Je, je, ya entreveo que esta aldea será el eje de una nueva civilización continental de indios, la más importante de las provincias de ultramar. Y quién les dice si un día no seré yo el mismísimo virrey de La Rioja, en línea con los grandes reinos de la tierra; o quizá rey. Pero, hora, ¡acabemos con el transporte a lomo de burro o lomo de brutos indígenas!, ¡acabemos con océanos peligrosos plagados de monstruos apóstatas y enemigos del rey! Un día, los marinos del Atlántico verán sobre sus cabezas el tráfico incesante de envíos entre España y Las Indias, ¡allí va una tira de bueyes, aquí viene un costal de granos!, ¡allí pasa un saco de tabaco, aquí vuelve una silla de tortura! ¡Ahí va un barril de aceitunas, venga ese obispo! Yia pueden ver que ni la Luna del tano Galileo está lejos con semejante artificio. ¡Reputo…! no, perdón, repito, repito, ¡la Catapulta «La Felipera» La Rioja-España 1700 a toda velocidad, es una realidad, indígenas amigo… y está en marcha!... ¡Manos a la obra! Que Dios los bendiga y Viracocha los acompañe.»

Como se puede deducir, el fragmento pertenece a un capítulo donde nuestro manchego hidalgo se encuentra ya en Argentina.


Copyright®2012 por Carlos Rigel