19 de agosto de 2009

Fragmento de la novela Diario de Fin

"Las calles de Flores no cambian. Santa y demonio, hermafrodita a fin de cuentas por apuesta doble. Cuando el barrio nació ya era una decadente cruz de aire: Putas en las veredas, matones escurridizos, travestis sin carne, exhibicionistas con ausencia de público, jubilados de oficios innombrables, pungas de bolsillos rotos y santos sin pértigo de fe, todos ellos con asistencia permanente de patrulleros fiscalizadores. Es importante controlar lo bizarro, como realizar un seguimiento diario de una manzana que se pudre. Aquí también podría ocultarse Han Solo y el Alcón Milenario y nadie se enteraría jamás. A diario hay gente cristalizada en carbonita pero siguen caminando porque nadie los reclama. Ningún Jedi los salva, y las princesas y princesos cotizan a dos mangos la docena. Una colmena de bichitos prendidos a un tronco podrido y agotado hace un millón de años. Pero quizá esta bizarra medievalidad sea el bronce de su belleza. De suprimirle el Mal estallaría perversamente en otro lugar cercano como Floresta o La Paternal o Primera Junta, y terminaría de nuevo contaminada. No es una casualidad que a la vuelta de la iglesia haya un sex-shop de vidrieras coloridas llenas de elefantitos y bocas abiertas, y todo artificial. Y éste, a su vez, al lado de un spa de raza new age que nos propone relajación y superación absoluta para una bella calidad de vida y a precios muy accesibles. No sería una sorpresa si Los Invasores comenzaran el ataque por aquí, porque no la entenderían ni en otro millón de años."

Fragmento de la novela Diario del Fin (2009), de Carlos Rigel

13 de agosto de 2009

Babilonia my love







«El terrorismo quiere destruir a nuestro país...
Nosotros también».
George W. Bush






La Paz duradera continua en oriente medio al ritmo acostumbrado: Pulsiones de TNT y ráfagas de fusiles automáticos. Como es habitual, la lucha prolonga su collar de circunstancias un poco más allá de lo planeado. Sin embargo, los recursos son inagotables y las noticias de nuevo son alentadoras, así como lo fueron oportunamente desde Vietnam:

—¿Lo mejor de esta guerra?... Los proyectiles de Uranio exhausto. Son una maravilla costo-beneficio.

—Yo creo que estamos matando al los del bando equivocado.

—Ayer, mientras escuchaba a Bono, le disparé a una familia... la cabeza del camello saltó del cuerpo... Me sentí bien... Estamos ganando la guerra.

—Bagdag, la flor exótica y más bella de oriente... Quería conocer a la antigua Babilonia, conocer la gente de una cultura ancestral... y matarla.

—¡Cuando vuelva a Washington quiero dispararle al presidente!

—... hay mucha arena. Pienso que deberíamos tirar la bomba atómica y regresar a casa. No quiero perder otra Serie Mundial.

—Quiero que mi padre esté orgulloso de mí. Díganle que hoy maté a seis camellos y a un reportero de France Press.

—Ayer me cogí a una camellita. Después le disparé.

—¿Qué por qué estamos peleando?... No sé. ¿Por la libertad?... ¡Hey, Teniente! ¿Por qué peleamos?

—¡Contra los rojos islámicos!

—Siempre habrá una guerra.

—Cuando terminemos habrá paz... o volveremos.

—Esperamos repetir el bombardeo nocturno sobre Bagdag. No sé (sonríe)... las luces, los colores, los fuegos de uranio... es un momento mágico, intenso... Como la Navidad musulmana.

—Cuando no hay camellos a la vista, le disparamos a los ingleses. (Estirados de mierda).

—Después siguen los iraníes, y Venezuela. ¡Hay que hacerle un nuevo culo al mundo!

—Porque no me gusta que me disparen. ¿Quiénes se creen?... Al menos ellos mueren en su tierra.

—Porque no encontramos a Bin Laden en Afganistán. Al pueblo americano hay que darle muertos. ¿No?

—Siempre es mejor violarlos y después matarlos. Nunca a la inversa. No es de cristianos.

—En la guerra un soldado mata y no es un asesino... ¡Coronel, ahí viene otro!

—No nos agrada enviar exterminadores robóticos a hacer nuestro trabajo... salvo cuando hay muchos camellos fedeyines.

—Yo disparo para no tener que preguntar.

—Los matamos porque no quieren ser libres.

—En toda guerra mueren civiles... por eso es mejor violarlos antes en el nombre de Cristo.

—Creo que estamos ganando. Ayer maté a un dromedario. Al camello que iba encima también... ¡Y me pagan!

—¡Imbécil! ¡Eran civiles!

—Porque quieren contaminar nuestros pozos con gas nervioso.

—¿Cómo por qué?... Porque tienen armas químicas ocultas.

—Porque queremos extraer nuestro petróleo

—Porque queremos que esta gente elija su destino.

—Siempre es mejor bombardear quirúrgicamente la ciudad... Es preferible que mueran algunos camellos civiles a que nos maten. ¿Eh?

—Para controlar el precio del crudo.

—Porque la ONU no hizo su trabajo. Somos restauradores de paz. Y tiene su costo. Es nuestro trabajo, requiere esfuerzo y constancia... Y algo de uranio.

—Porque Hussein tiró nuestro gas nervioso a Irán.

—Porque bombardearon Pearl Harbor.

—Mejor ellos que nosotros.

—¡Qué maravilloso es este mundo! Mi abuelo asesinó simios en Saigón, mi padre gorilas en Panamá, y yo camellos aquí... ¡Un zafari aprobado por el congreso! ¡Oh!


En pocos años asistiremos a los mismos comentarios exitistas desde el eterno frente por la victoria pacifista occidental del titulado Ogro filantrópico (así dijo el mexicano Octavio Paz —aunque más bien resulte una Gárgola misantrópica—, refiriéndose a los Estados Unidos) y desde cualquier otro lugar de este mundo curioso.
¿Qué tiene de malo buscar paz y democracia? Después de todo, Hitler buscaba simplemente a los descendientes de la raza Aria, sólo que Europa, Asia y unos treinta millones de personas le entorpecían el hallazgo. ¡Maldita sea la paz de las bestias!

Agosto de 2005

10 de agosto de 2009

Los ángeles de la catástrofe y la lux aeterna



ME TIENEN cansado los terroristas de la nueva hermandad holística New Age (que podríamos llamar del gris difuso), pero que se piensan heraldos de Dios sobre los hombres.
Será habitual que nos bendigan con el destello de su sonrisa encantadora y angelical, pero que si los rozamos distraídos, nos manden a la reputísima madre que los parió, hijos de mil putas.

En los medios masivos hay dos bandos claramente tipificados. Por un lado, los que le ponen un título luminoso a sus programas (tipo La nueva Esmeralda, o El mundo encantado de Inés), y nos pasan música new age, sus spots y pantallas nos hablan permanentemente de mejoras en la calidad de vida, pero a cada tanto nos citan la lista de cataclismos naturales y artificiales del porvenir que sacuden o sacudirán al planeta, y las predicciones más desgarradoras y apocalípticas que se vienen. Sobre todo cuando aclaran que ellos (verdaderos heraldos del cielo nuboso) nos habían recordado que estaban por ocurrir.
Nos amontonan por espanto.

Y por otro lado, los que le ponen un título a sus programas también luminoso, y también nos pasan música new age, y sus spots y pantallas también nos hablan de la calidad de vida, pero además, nos recuerdan que la vida es maravillosa, tanto que nos transmiten un día desde Grecia, tres días después desde Machu-Pichu, cuatro días más tarde desde la India y luego desde el Himalaya, porque la vida de ellos es deliciosa y viajan cuando y a donde se les ocurre, además de tener, al parecer, línea directa con Cristo y Buda y los arcángeles. Por ende —y por ósmosis—, nuestra vida también debe ser maravillosa aunque no viajemos tanto, ni contemos con el abono del Colón, ni con una cuentita en el banco, ni un departamento sobre avenida del Libertador y tengamos casi siempre el teléfono o la luz al corte —ya que no es difícil con ver la vida como un talismán divino cuando nos consiguen una pensión de 5 o 6 mil dólares mensuales o el cobro millonario de un juicio al estado, sobre todo cuando padecemos esto porque obstinadamente no seguimos al pie de la letra sus óptimos consejos de triunfo, realización y belleza. Nos hermanan por sus éxitos.
Pero ¿qué les pasa?

9 de agosto de 2009

Esto también pasará




Cuando un rey bíblico escribe en su anillo: «Esto también pasará», nos deja un vacío existencial que la vastedad humana no llega a cubrir. Yo también pasaré. Mi incertidumbre, mi congoja, la felicidad que envuelve mi ansiedad de tomar el subte rumbo al encuentro de mi amada, también pasará. Mi vida, a fin de cuentas, pasará. La desdicha, la zozobra, el candor. El dolor pasará. Pero también el amor.
Así, de mi eterno nacimiento vi crecer aquellos dos pedazos de mi carne y de mis sueños a las que prefiero llamar Fe y Esperanza, y que estupefacto un día vi descender desde una nave nodriza, como de otra galaxia humana, y que hablaban con ese idioma extraño sin erres ni cehaches ni eles, cuyos mundos cabían en una mirada y cuyas vidas apenas llenaban mi mano. Edad geológica cuando un ventiluz era un portal a una dimensión nueva sin estrenar, sus destellos también pasaron rumbo a la adolescencia de mis canas, ahora blancas de negación, porque hoy me miran indiferentes, y yo las miro remoto, abstraído, todavía sin comprenderlas. Pero el mundo creció, la vida derramó como un diluvio de selva y llanura, y no lo anunciaron en el pronóstico de la Existencia.
Ya no son mías. La creación ha inundado mi horizonte. Mi propio Edén ha muerto de abandono. ¿Qué pasó con aquella patria de harina y catarros? La nave nodriza no da manzanas y el árbol de la sabiduría vuela desprendido de raíz con el huracán de mis deseos camino del paraíso perdido en los confines de ninguna galaxia. No hay ventanas en el Cielo, pero tampoco salvavidas. ¿En cuál bolsillo de la campera ocultaron los brillos de junio y diciembre? ¿Dónde quedaron las velas de cada despertar? Ese huevo cósmico también pasó, así como ahora esta perplejidad del ayer también pasará sin dejar rastros del mañana. Es la Ley de la Impermanencia, hachazo de la Verdad tan temida como fugaz. El océano nacido de mí y que hoy me ahoga, un día se agotará, pero no estaré entonces para renacer de mis sueños incumplidos. ¿Y acaso debería ser mi consuelo?
No hay biblia para la siguiente pregunta, ¿y dónde busco este momento en la Eternidad?

Julio de 2006