26 de julio de 2008

REM según Mr. Jamieson


Para quienes no llegaron a la presentación de REM (digamos, casi todos), cito la lectura preparada por el escritor Martin Jamieson para la oportunidad:


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El poeta español Dámaso Alonso escribió lo que él apodó un “poemilla muy incompleto” titulado “La invasión de las siglas”. En él se quejaba de “este gris ejército esquelético” que nos atacaba con sus armas en forma de siglas y acrónimos. Repito aquí unos versos de ese poema, todos en siglas:

USA, URSS, OAS, UNESCO
ONU, ONU, ONU.
TWA, BEA, K.L.M, BOAC[…]

Las siglas tradicionales (como INRI o como SPQR) eran para Dámaso Alonso “de procedencia venerable” o “de nuestra nobleza heredada”. En cambio, para el poeta y filólogo español, las más recientes constituían una “legión de monstruos que me agobia”, como dijo en su poemilla.
Dámaso Alonso seguramente habría cambiado de parecer frente al título del cuentario de Carlos Rigel que ahora celebramos. El libro se presenta con una sigla, REM, que en inglés es la forma de referirse a Rapid Eye Movements. En español el equivalente de REM sería MOR, es decir, Movimientos Oculares Rápidos, y se refiere al momento en el que quien duerme pasa del mero dormir al sueño. Durante esta etapa del descanso, habitualmente nocturno, la actividad soñadora queda marcada físicamente, y se puede medir exteriormente por los movimientos oculares. Todos gozamos de este período al dormir, el del sueño, recordemos esta actividad cerebral o no. La sigla REM sería para Dámaso una de esas “formas suaves” que lo alentaban, porque connota el sueño. (La vida, se nos viene escribiendo desde Calderón de la Barca, pero también antes, La vida es sueño.)
REM es, entonces, un título moderno para una actividad ancestral. Y éste es el primer acierto de este libro, el título. REM nos impulsa a ese momento mágico, que es el del sueño, sin el cual la vida apenas valdría la pena de ser vivida. Por eso tenemos el sueño al dormir y el ensueño en la vigilia. El dormir y el soñar y el soñar despierto. (La vigilia, se ha dicho más de una vez, es un sueño compartido.)
Carlos Rigel reúne en éste, su tomo de narraciones breves, cuentos de diversos momentos cuyo común denominador es el sueño: el mío, el tuyo, el de él, los de todos nosotros.
Para los que llegan tarde al conocimiento de este literato, conviene aclarar que Carlos Rigel, el autor de este libro, es un escritor en intenso ejercicio que tiene en su haber varios inéditos que despaciosamente comparte. Cuentos, ensayo y novelas han merecido su atención, y algunos de sus amigos han leído, entre otros, Fragmentos del cielo y de la tierra y del infierno (que son reflexiones diversas) o Al otro lado del paraíso (un tomo que el autor mismo casi habrá olvidado, y del que no guarda ejemplar) o El libro de las almas o La pasión de Judas, esta última una novela de tema y tono bíblicos, redactada antes de que algunos manuscritos bastante recientemente encontrados por tierras del Medio Oriente revolvieran el interés generalizado, y antes de que el cine contemporáneo volviera a tratar un tema que tiene permanente vigencia en la cultura occidental como declara la frase ya tradicional en la lengua, el “beso de Judas”.
Los títulos de las obras anteriormente mencionadas aseguran unánimemente una veta mística en Carlos. Es ostensible en él, desde luego, pues es manifestación de su espiritualidad. Pero ésta no cede a una pulsional y bullente terrenalidad que en varios cuentos ha plasmado.
Carlos Rigel no sólo escribe obras varias sino que también ha dirigido talleres literarios con una originalidad muy suya, y en ellos ha enseñado a leer cuidadosamente textos clásicos, sobre los que propone nuevas visiones. (Pregúntele quien se atreva, sobre La metamorfosis de Kafka, en la que Gregorio Samsa despierta sorprendido y sobre quien Carlos Rigel propone su lectura particular.)
Cuando el “vago azar, o las precisas leyes/ que rigen este sueño, nuestra vida” me hizo conocer a Carlos Rigel (porque quedé encargado por un editor panameño de entregarle un volumen que se distribuía desde Panamá), anoté sobre él la impresión que me causó en nuestro primer encuentro. Mi primera imagen de él quedó documentada parcialmente entre mis apuntes de la manera siguiente:

“Carlos Rigel... tiene el cabello negro y lacio y, los ojos (claros) achinados. Fuma, toma café y vino. Es diseñador gráfico, “anti-nortemecánico” y piensa mucho. Pregunta cuando no sabe. Está excedido de peso. Es autor por vocación, pero ésta es una vocación secundaria, porque más le gusta la astronomía.
Su familia es de San Juan y él hizo la conscripción militar por Buenos Aires, por donde nació. Lee mucho. Escribe a los diarios. Disiente de lo que no le gusta. Escucha atentamente y es feliz.”

Mucho de lo dicho en esta semblanza (no dada aquí en su totalidad) sigue en pie. Y estoy convencido de que hoy su felicidad será mayor al ver su libro publicado.
Doce son los cuentos reunidos en este REM (algunos premiados), cuyos escenarios no se constriñen al aquí y ahora de Buenos Aires o de la Argentina, sino que se amplían a ámbitos varios. El uso del lenguaje en este cuentario declara talento y capacidad receptiva poco comunes. Doy ejemplos tomados al azar, pero siempre del inicio de las ficciones, el momento en el que el autor tiene que atrapar al lector, o, acaso, perderlo para siempre:

PERO al despertar, como en otras tantas madrugadas, lo hice con la presunción de estar solo en la cama. Sin embargo, igual que otras veces, tenía la seguridad de que Laura gateaba por alguna pared del dormitorio; o acaso por el cielorraso.
(Del cuento “El loco”)

NO ME asombró en lo absoluto, el hecho de que, al llegar a los gigantescos portales enrejados que dan alparaíso, allí se distribuyeran puestos ––en sentido literal–– y funciones menores entre los invitados al banquete celestial.
(Del cuento “Portales del cielo”)

DICEN que el tiempo es movimiento, porque si nada se moviera, no habría manera de medir el paso de los acontecimientos, por ende, del tiempo. No he razonado en profundidad acerca de este concepto, pero creo que el estado de manifestación actual demuestra que incurre en una contradicción. Incluso que podría ser erróneo.
(Del cuento “El fin de todas las cosas”).

Como habrán percibido, se trata siempre de comienzos precisos, localizadores. Ellos dejan al lector inmerso en un paisaje y una situación que es la razón y medida de cada cuento.
Cualquiera, al leer estas ficciones, constatará que no son de un escritor que empieza. Quien ello argumente tendrá razón, porque si Carlos Rigel es menos conocido de lo que debiera serlo, no es por falta de un muy evidente talento expresivo. Es más bien con retraso que la República de las Letras le entrega este su documento valedor al nuevo ciudadano.
Estas pocos y pobres comentarios míos han entorpecido hasta este momento el encuentro directo de ustedes con la obra de Carlos Rigel. No les vedo más el paso. Les dejo su libro para que lo disfruten. Les doy mi paz. A él le cedo la palabra.
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15 de julio de 2008

Presentación de REM


Para quienes frecuenten esta página, les anticipo que el volumen REM de ficciones, publicado por Editorial POL, tiene fecha de presentación para el próximo 24 de julio a las 19:30 hs. en el Teatro Leopoldo Marechal, Avda. Belgrano 75 de Ramos Mejía, Prov. de Buenos Aires.
Oportunamente recibirán novedades por correo electrónico.

11 de julio de 2008

Folie á deux

En cuanto a las marchas del agro por la media aprobación de la ley de retenciones móviles en la cámara baja del congreso y las contramarchas del gobierno que no parecen serlo, porque juegan a contraluz ahorateveo-ahoranoteveo, pero que en verdad son, es decir, este torneo de giles con desfile de caretas e inútiles… Vivimos en la pelotudez total.
Que alguien diga algo, por favor. Lo que sea.

2 de julio de 2008

Acerca de lo subliminal

Uno de los mitos urbanos que subyace en la neblina para temor y preocupación de los jóvenes, trata de los mensajes subliminales contenidos en paquetes de información como, por ejemplo, los anuncios de productos o servicios, y que supuestamente le ordenan a nuestro cerebro de una manera imperativa qué elegir y qué hacer, qué odiar o qué desear.
Es de recordar que las pruebas hechas dejan estadísticas decepcionantes. Menos del 5 por ciento de los espectadores o radioescuchas o televidentes ve dichas imágenes, es decir, recibe el mensaje subliminal. Pero claro está, hablamos de la humana subjetividad, menos del 3 por ciento del total coincide entre la orden y el resultado esperado. Y un 3 por ciento equivale a la libre elección en cualquier factor expuesto al público. Digo con esto que si hablamos de ordenarle al espectador de una película cualquiera que vote a un candidato presidencial X, es probable que dicho porcentaje de gente tenga elegido libremente votarlo sin necesidad de mensajes ocultos.
No pierdan el tiempo con boludeces. Hablamos de personas, no de monos. Y con esto digo que si tenemos la siguiente ecuación: A más B, es inútil suponer que el resultado ineludible es C, ya que hablamos del orden humano y el resultado puede ser X, o Z o doble L.
O la nada, ya que también es una posibilidad.
Ni siquiera la estadística nos sirve en lo individual, porque deberíamos registrar el tipo de elección que adopta una persona frente al mismo estímulo.
Por ejemplo, si pinchamos a una mujer con una aguja de coser cada día de su vida y siempre en el mismo lugar, digamos un brazo, las respuestas a ese estímulo pueden ser infinitas. Un día un insulto feroz, otro día el desafío a repetirlo, otra día el llanto, otro, la indiferencia, la burla, la explosión, la agresión, la devolución del gesto, etcétera.
Eso es la Teoría del Caos. Los resultados están afectados por la combinación de inestimables variaciones, incluso diminutas, que aturden el curso de los eventos, como una cascada de incógnitas universales.
La orden subliminal es uno de los temores urbanos inspirados en teorías freudianas. Pero por suerte no somos objetos. Nadie acepta la orden de tomar un brebaje si no es de su agrado… Hasta que un día concede probarlo para estallar en asco o en placer; o choca un meteoro en la otra cuadra y se pospone la degustación para otra oportunidad.
¿Quien puede predecirlo?